domingo, 27 de febrero de 2005

Vivir para mis putas tristes

Hace dos semanas que dí por terminado el último libro de nuestro laureado Gabriel García Márquez: Memoria de mis putas tristes. Al terminar, luego de unos cuantos días, todavía un sabor incómodo me resiste al paladar. Meses atrás me había deleitado con su Otoño del Patriarca, que me arriesgo a considerarla como su obra más importante de las que hasta ahora de él he leído. Cuando tenía escasos 14 años gracias a un artilugio de mi padre me ví mortalmente seducido con Cien Años de Soledad y aún me queda el recuerdo de esa imagenes eróticas cuando dos de sus personajes (memoria frágil me adolece) él y ella jugueteaban con sus genitales untados en clara de huevo casi ahogándose en la alberca y demás lugares de la casa despertando mi erótica por la literatura, mis primeras erecciones literarias. De ahí recorrí los últimos días del Libertador Simón Bolívar bajo el brazo seductor de un Gabo que no dejaba de sorprenderme con sus metáforas caribeñas sin ahorrar perfume carnavalesco a mis escasos 15 años. Por esa misma época aprendí a disfrutar la palabra mierda que magistralmente daba punto final a El Coronel no tiene quien le escriba, mejor manera de concluirla imposible y lo mejor, utilizando un sustantivo hasta ahora prohibido por mis mentecatos profesores de español. Gracias a Gabo pude enterarme que luego de muertos los pelos y las uñas nos crecen a una razón que hasta el momento lamentablemente no he podido recordar de la misma manera que no he podido olvidar cómo a través de El Amor y otros demonios los sacerdotes también son de carne y hueso. Embebido por un afán literario con escalpelo en mano me dí a la tarea de cercenar, antes que leer, Doce cuentos Peregrinos descubriendo en cada línea algo nuevo por aprender, cómo la imaginación y la realidad se conjugan para abordarnos desde la óptica del artista: un re-organizador del mundo, ebanista de sonidos pausas y silencios. Crónica de una muerte anunciada, toda una cátedra de cómo lo más importante no es lo que se cuenta si no cómo se cuenta, un suspenso en reversa, ni qué decir de Vivir para contarla un relato que me obligó (hubo más motivación que obligación, no todo es culpa de Gabo) a abandonar la universidad por dos años y casi a olvidarla por completo, dos años de delicia literaria donde lo único importante era leer y reventarme los dedos frente a una historia nueva por contar, perdón, por saber cómo contar. Y ahora, retomando el sabor amargo de esas benditas putas tristes, qué puedo decir, o tal vez preguntar: ¿Será que en un futuro prostático no habrá más remedio que retomar los calzones de la adolescencia? O tal vez termine uno como García Márquez, entregándole al amor el colofón de nuestras vidas y como es de humanos contradecirse valdría la pena recordar una frase memorable de nuestro querido Gabo en El Otoño del Patriarca: "La mentira es más cómoda que la duda, más útil que el amor, más perdurable que la verdad". Pero lo más lamentable es que en técnica, manejo de tiempos y demás herramientas literarias, que tan diestro es nuestro nobel, nada nuevo aprendí o por lo menos no lo he descubierto, y sí más bien un sabor dulzón me molesta el paladar.

viernes, 25 de febrero de 2005

Visiones

Alguien ha visto al fantasma
Que a menudo me habita
Merodeando entre las sombras
De la vieja biblioteca
Lleva entre sus dedos:
Temblor de luna en estanques
Voces de antiguos artesanos del silencio
Y heridas de una guerra desatada un día de lluvia.
Aquel fantasma que a menudo me habita
Deambula solitario por las noches
Llevando a cuestas un bostezo de farolas.
Según cuentan
Parece que persigue el ala temblorosa
De una mariposa manchada en vino blanco.
Otros dicen
Que ha olvidado la pluma de un ángel
Enredada entre las piernas truculentas
De alguna odalisca con mirada de aire.
Las ventanas bostezan oscuridad
Cuando comienzo el viaje infinito
Y alguien espera junto a mis libros.
¡Mañana creo volveré a entrar!

miércoles, 23 de febrero de 2005

Desvelo en las ventanas

La espalda de la noche
Respira cerca a mis oídos
Y entiendo los círculos viciosos
Que hacen del reloj una espera en el vacío.
Pronto escucho el sonido
De las uñas creciendo en mis bolsillos
Parece que la vida
Se viviera en una aldea olvidada
Bajo el manto lujoso de un emperador ciego.
Cómo rugen los diminutos monstruos
Que recorren la ciudad
Con aliento de petróleo
Golpeando la niebla inmóvil
De mis ojos en la ventana.

Hoy fue jueves
Mañana espero sea lunes
Para tomar café sin ser visto.

jueves, 17 de febrero de 2005

El Guerrero del Silencio

Acercándose al punto más bajo
De la noche
El Guerrero del Silencio
Hace escala en mi memoria
Su frente mordida por el sol
De los egipcios
Sus manos lanceadas por un murmullo
De pálidos ausentes
Dan prueba de la guerra
Que aún persiste como estruendo
De sábanas viejas.
Tan solo la mujer que teje el viento
Sentada sobre el taburete del sueño
Ha podido entender sus heridas.
Los caballos de ayer aún pastan
Sobre su humilde historia
Pero llevan en sus ijares
Una lluvia de palmoteos
Un afán de llegar
Junto a la charca enlunada de sus pupilas
Que aún insisten en beber
Un pedazo de existencia.

lunes, 14 de febrero de 2005

Madame Morièri

Siempre llevaba en sus bolsillos

Un pedazo de oscuridad errante

Aprendió el arte de atrapar olvidos

En un álbum de fotos no vividas.

Le inspiraban las jaulas de luz

Observadas a diario

Cuando los perros mordían la luna

Y las niñas de pelo largo dialogaban

Con sus sombras.

Hasta entonces las rotas aguas de los ríos

Daban fe del bocado de huesos

Oculto bajo sus faldas.

Sola estaba ella

Cuando decidió sin reparo

Compartir sus cacerías con mi almohada

Y el tren que bostezó un Viernes Santo

Pronto viajó sobre el tejado del pueblo.

Hoy recorrí el frío de su centro

Y alcancé a ver entre sus uñas

Un pedazo del alma que según dicen

Puebla y despuebla mi cuerpo en luna llena.

Tragedia en Girón - Santander - COLOMBIA

Las imágenes hablan por sí solas!!

Barrio - Girón

Ranchos - Girón

Carretera - Girón

Puente Inundado - Girón

Girón

Tragedia en Girón - Santander - COLOMBIA

domingo, 13 de febrero de 2005

El Último Habitante de La Nada

Pero el tiempo tuvo el sabor del pasto verde
Y las voces de los niños
Se escucharon entre el chasquido
De abandonadas canicas en el parque
Lo más importante era estar atento
Al descuido pasajero del ángel de burdel
Quien bajo sus alas de cristal
Llevaba pegado en cinta negra
El nombre del último habitante de La Nada.
Y las voces de los niños
Se escucharon bajo la pestaña abandonada
De un parque visitado por ausencias.

Ahora lo mejor será ir de compras
Olvidar la caída de las hojas en otoño
Y sentir el beso frío del silencio
Que todos los años cobra sueldo
Con la llegada del último habitante de La Nada.

sábado, 12 de febrero de 2005

Jueves o Viernes

El fuego enamorado
Inventa sus sombras junto a la tarde
Y el viernes se adormila cual
Ratón de porcelana.
Me voy dando cuenta cómo la tarde
al igual que todo aquello llamado patria-
está hecho de todo aquello que no tengo.
Persigo un olor de axila
Bajo el pubis de la infanta que inocente...
Se aproxima.
Suena la cafetera bajo los labios ausentes
De aquellos desposeídos en sus bolsillos rotos.
Miren mis pasos sobre el polvo de las charcas
Den cuenta de la página oscura
Pegada en la punta de mis ojos.
La suela de mis zapatos habla de unas huellas
Que se detienen y no avanzan
Porque el camino va persiguiendo
Letras escritas
Sobre una tarde –quizá viernes o jueves-
Que más parece un libro de leyendas.

viernes, 11 de febrero de 2005

Levedad de los Seres

Cuerpo sin fin
Sin límites
Habitado en la nada
Por caídas de otoño
El beso del frío cerrando
El principio de dos manos enlazadas
Bajo una selva en extinción.
Mirando a través de la vieja cerradura
Llegan los mundos impensables
Del tiempo
Y se congelan en la memoria
Desnudos los instintos como dos aguas.
Tanta soledad oculta y habitada
Alcanza la punta del papel
Y prepara el límite de la niebla.
Levedad de cuerpos mutilados
En la ceniza.
Levedad de pesos cada vez más
Densos en su oscura eternidad.
Y como dos mares congelados
En la punta de una lágrima
Los recuerdos se conservan
Mientras Picasso se desnuda bajo el agua.

miércoles, 9 de febrero de 2005

Las Comarcas del Hambre

Por las Comarcas del Hambre
Se doblaron las huellas
Sobre el polvo.
Imaginen una cena
De Ave Marías inconclusas
Pero el hambre tiene sus
Discretas ventajas:
Almuerza Padrenuestros sin
Tenedores de plata
Y cena con las sombras
Bostezos de niños sonrientes.
Con ayuda de dos meses
En destierro
El espejo multiplica las miserias
Y en la calle alguien sueña aún
Sobre una almohada de piedra.
Tantas luces en la Comarca del Hambre
Que el polvo recoge sus huellas
Visitando a diario y sin prisa
La mesa que con paciencia le espera.

lunes, 7 de febrero de 2005

Un día de...

Como palabras no pronunciadas en la ausencia
Así se vivió la última guerra de la Luna
En los espejos
Huyeron de si mismo los cuerpos
Cuando un hombre cruzó el umbral del viento
Y la hierba aplaudió con tu silencio.
Fueron tejiéndose uno a uno todos los encajes sueltos
Al descuido de un siglo en su carrera de ladrón.
Pienso en la caja de cristal oculta
En el último rincón de tu morada
Y en el diario leído por las polillas del tejado.
A veces la guerra continúa junto a mi cama
De noche
Y los disparos se escuchan tan cerca
Que es imposible oír tu ausencia bajo la
Almohada.
El siglo persiste como ladrón
Entre mis libros
Mientras la luna aún refleja
Tu mirada en los espejos.

Mujeres

Mujeres para una tarde sin sol
Mujeres para un juego de estaciones
Mujeres que asoman sus deseos después de morir
Mujeres para hablar de las estrellas oscuras
Mujeres para inventar el mundo de los sueños
Mujeres que entristecen calendarios con sonrisas

Mujeres con manos de aire para perseguir un beso
Mujeres con un pétalo de labio y un adiós en la mejilla
Mujeres perfumadas para pegar las horas a su falda
Mujeres de ojos grandes en las tinieblas del ayer
Mujeres poderosas que descubren mil estrellas en un día
Mujeres para hablar del poema y decir que aún hace falta
Un verso más para decir adiós.

Huelga de Líneas (Capítulo Final)

Es ahí donde al punto le crece un ego inmedible. Sabe que mientras existan puntos habrá líneas y que éstas también están para reemplazarle en su lugar ignominioso. Pues solo le bastó descubrir, a través de un cuento de Cortázar, que todo punto es el resultado de la intercepción de un número infinito de líneas. Así que, en asamblea permanente, las líneas, haciendo un llamado general a todas sus asociadas, un llamado al rescate de La Dignidad Lineal, han decidido evitar tocarse entre sí, de cara al futuro las líneas tienen terminantemente prohibido la posición horizontal u oblicua; todas andarán derechas, rectas, verticales; con el único propósito de evitar indignas intercepciones, so pena de ser expulsadas de la Suprema Hermandad Lineal con su trágica consecuencia de ser convertidas en fideos, o espaguetis, para consumo humano. Con lo cual el mundo ya no es el mismo sin las líneas formando intercepciones. Ahora todo es más difícil, así que hasta que algún punto, de los ya existentes, no decida cambiar de actitud, estaremos condenados al caos porque sin líneas interceptándose y puntos agotándose el mundo es un completo e infeliz signo aparte.

sábado, 5 de febrero de 2005

Retorno de las edades

Se aproxima el temporal
Y los huesos han dejado de escribir
Su color de porcelana en las paredes
Parece que el aire se guardara así mismo
Entre oscuros gemidos de luz
Y una carga de manos en invierno.
Un hombre trae a cuestas
Sus noches ovejunas esperando
En la estación del ayer
Las puertas abiertas del destino
No hay regreso en su intento de salir.
Vuelven los esclavos del cemento
Y se habla de una sangre sin herida
Bajo una línea sin puntos...
En el preciso instante que la lluvia se detiene
Frente a un lunes que aún intenta despertar.

Huelga de Líneas (Capítulo II)

Ésta vez se dejó poner donde siempre sin el menor asomo de enfado. Caído el silencio comenzó a desandar por entre la enramada de palabras. Sigiloso. Persiguiendo algo, algo a punto de descubrir. Tenía que llegar al principio, hasta la carta sobre la mesa.

Aún huele a pólvora. Resbalando sobre la espesa mancha roja alcanza a seguir el rumbo de la línea que saliendo de la mano se enrosca en la culata; junto a la línea remonta la muñeca, alcanzando las planchas de la cubierta del barco después de vadear las sinuosas fronteras del cuerpo todavía caliente. Suda una que otra gotica negra, avanza con cuidado evitando ser pisado por la gente que viene y va. El muelle está congestionado al igual que la aduana, el día es agitado y empieza a llover. La rubia está ansiosa, parece que va tarde a su cita de siempre. El punto trepa agarrado a la línea que ya sube por la media de nylon cristal. Ahora se descuelga por una ventana del autobús mientras mira de reojo el zigzaguear de la línea por entre el tráfico endemoniado de la ciudad. Escapa a un chaparrón de gruesas gotas de agua y se siente perdido en ese pandemonio de ciudad. Un perro pulgoso atraviesa la avenida, vadeando el tráfico, la gente y otros perros. Sobre su lomo se divisa apenas nada, pero respira aliviado aunque las pulgas ya le hacen mala cara. Se impulsa como nunca y cae de bruces al andén, afortunadamente despoblado, dándose tiempo de limpiar con dos pases de manos su frente sudorosa. Desde la esquina alcanza a divisar la aglomeración de líneas apelmazadas en la vereda del frente. Las líneas llegan de todos los lugares y el punto siente un nudo en la panza ganando terreno en la boca. Son miles, por momentos piensa en millones, que se cuelan entre el pasto subiendo por el pararrayos de la casona a mitad de cuadra, trepando el techo, llegando al interior a través de una habitación a oscuras. El punto se desliza bajo la puerta. Ahora entiende que el mundo está invadido de líneas y más líneas; gruesas, delgadas, bruscas y suaves, de infinitas texturas tamaños y colores. Se amedrenta un poco pero el recuerdo de la carta sobre la mesa le devuelve la esperanza. Suspira. Más allá del muro, más allá del cuadro de la mujer en un diván, sabe, encontrará lo que tanto busca. Así que, decide seguir imperturbable el rastro de las líneas hasta llegar al otro lado, hasta encontrar la mesa y sobre la mesa la carta y entrando a la carta, o también, saliendo de ella, un ejército de líneas; sintiéndose nervioso penetra el sobre y es ahí dentro que descubre su inmortal naturaleza. No había punto al final de la carta. En el lugar del consuetudinario punto las líneas entraban (¿o salían?) como por entre un agujero. Unas rectas, otras oblicuas, pero todas entraban por allí (¿o salían?) como si la puntada final hubiera cedido un poquito dejando escapar infinitas hebras de hilo.

miércoles, 2 de febrero de 2005

Martes

Un lago negro se detiene en mi memoria
Atravesando el espejo de una alcoba
No hay rasgo de piedras
En sus metálicas esquinas
Pero el rito se hace esperar
Del ayuno de unas manos
Que en su digerir han perdido el habla.
Ahora soy un hombre que entristece
Sentado sobre los hombros de esa serpiente gris
Abortada de las entrañas de un cigarro
Y mientras muerdo las alas de un martes que...
Se extingue
Sueño con hacer del lunes
La polilla infinita del que espera.
Ahora aquí
Eres el espejo roto
Multiplicando domingos frente al cine
Con un futuro de hojas
Amarrado a unas huellas
Que sin distancia me persiguen.

Huelga de Líneas (Capítulo I)

Las cosas hubiesen sido bien distintas si a las líneas no les hubiera dado por montar toldo aparte, estaban indignadas, y no era para menos pues a quién le hubiera gustado que en un arranque ególatra el punto se permitiera abusar de su confluencia infinita de líneas optando por ignorarlas y mirarlas desde la perspectiva de lo divino, como si con el ojo del triángulo no bastara. Y es que después del desplante ofrecido por el punto, ellas, las líneas, muy llamadas a la belleza por aquello de su figura delgada, se han declarado en asamblea permanente.
Todo empezó por un cuento de Cortázar.
El punto, cansado de siempre ser el último, buscó infinitas maneras de esquivar lugar tan indigno. Pero resultaba que a cada relato terminado no había forma diferente de dar fin que el de utilizar ese minúsculo y redondito remache en tinta negra como última puntada asegurando el hilo a la tela, dando firmeza al tejido. Furioso, se llenó de valor y empezó a buscar la oportunidad adecuada de dar fin a su condena, la cual parecía bíblica. En ésta ocasión se sintió distraído, casi risueño, cuando asomándose cauto por entre las teclas de la máquina pudo dar una leída a vuelo de ave y supo que de la carta tirada sobre una mesa salía una línea y que corría y bajaba por una pata. Se rascó la barriga y estuvo a punto de caer sobre la hoja cuando una idea empezó a hacerle burbujitas el pecho —que también hacía las veces de barriga.

martes, 1 de febrero de 2005

Parábola del que sueña

Nadie sospechaba su juego
De imposibles
Nadie imaginaba su adiós deshabitado
Estaban todos tan distantes en el viento
Que sus cuerpos mojaban con el frío
Se acercó con la luna
Entre su aliento
Midiendo el desatino de las piedras
Fueron máscaras de cielo sin espejos
Pegadas en el toque de los dedos
Todo estaba previsto
Y ni el tiempo, ni el sexo,
Ni las hojas, ni el dolor, ni los muslos,
Ni la sangre, ni el sudor, ni la herida...
Ocuparon la silla destinada
A su juicio en una esquina
De la infancia.

Rememorando en despedida

Fuente: Fotos de Facebook Carlos Mantilla y Odilio Blanco fueron compañeros de colegio y, para nuestro dolor e infortunio, víctimas mortales...