miércoles, 25 de febrero de 2009

Oscuras

Mujer insaciable
cómete mis ojos
mis manos y mi sombra
Arrebátame los barcos
y escapa
sin dejar
huella.

lunes, 23 de febrero de 2009

Entrañable

Me senté a esperar que la mujer llegara. Resbalé un trago largo de aguardiente mientras los vallenatos me volvían estúpido e insensible. El dueño del bar me dice con señas que no demora, lo cual aumenta mi malestar y deseo darle en la geta apenas asome las narices. No hay día que las mujeres maltraten mi gusto por la vida, el mundo sería más cómodo si ellas se limitaran a lo que uno las manda, nada más.

Al fin aparece. Levanta su dedo y me invita a subir. Tomo la cajetilla de cigarros de la mesa, voy tras ella con ganas vampirescas; el deseo ha desplazado la ira. Vuelve a sonar Vicente Fernández y siento que nuevamente se despiertan mis ansias de agarrar al puto mundo a patadas.

Un espejo inmenso en el techo, dos afiches grandes de una actriz porno y otro mediano con Brad Pitt semidesnudo. El olor a salitre es insoportable. La cama de cemento y el colchón de algodón. Veo que las sábanas han sido cambiadas recientemente, me siento satisfecho aunque un poco incómodo. Empiezo a desnudarme mientras ella sigue en el baño. El ventilador mitiga el calor pero su ruido es insoportable. Descubro un roto en mis calzoncillos y una marca penosa. Enciendo la radio y sintonizo algo decente. Alguien llama a la puerta, ella ha pedido servicio a la habitación: seis latas de cervezas bien heladas; destapo la mía y me atraganto con un sorbo profundo.

Ella aún no sale y ya voy por la quinta lata, prefiero acabarme la última antes de tocarle a la puerta. Creo que ella aún no está lista, al menos eso me indica el abrir y cerrar del lavamanos. Malditas viejas, así son siempre, cuando más pronto se las necesita se hacen las pendejas. Héctor Lavoe se escucha magnífico, subo todo el volúmen, me importa un culo la demás gente, cojo el teléfono y marco 09, pido más cerveza.

Me despierto y miro el reloj. El sol con sus hilos de polvo le teje a la habitación un ambiente lastimero. Son las ocho de la mañana y siento martillar desde el sótano de mi cráneo, le salen dientes afilados al último residuo de cerveza en mi vientre, el dolor es intenso y el vómito acelera el espasmo. No soporto más y un líquido viscoso asoma por mi boca, exploto en un mar verde que pela la garganta y me dobla hasta el suelo. Empiezan a salir pelos, pedazos de carne; voy hasta el baño y el vómito no para, una oreja se descuelga de mi baba viscosa, la punta de un dedo gordo se atora entre los dientes, escupo, es el dedo anular de ella, casi me atoro con su anillo de fantasía; luego, su pie derecho por poco me asfixia; una a una cada parte de su cuerpo va saliendo de mis entrañas. Es ella a pedacitos, lo peor, tengo que recogerla para no molestar al dueño del bar.

miércoles, 18 de febrero de 2009

domingo, 15 de febrero de 2009

Mi Primera Vez

A Luis de Azul le encantaba observar el cielo estrellado mientras se masturbaba y pensaba en ella, la misma mujer que desde los trece no le dejaba un instante libre para ocuparse de las cosas normales, propias de un joven a su edad.

Jugar al fútbol, rumbear los viernes en San Peyo, armarle camorra a la patota de la otra esquina, meterle al vicio de lo lindo, chuparle el pico a la cerveza o quizá tirar vagancia entre tanta página porno de Internet o al menos haber intentado una simple charla por el messenger con la pelada más insulsa del colegio hubiera sido un síntoma de su normal estado sicológico en éstos tiempos, aunque nadie descarta el sexo “manual” como la prueba reina de la madurez a los quince, Luis de Azul era una de esas especies raras que todo el mundo evita con la mayor desconfianza y la menor simpatía.

Nadie sabía su verdadera historia.

La gaseosa se había acabado, doña Eva no tenía tiempo para ir a la tienda, a pesar de ser mínimos los invitados a la pequeña reunión, el qué- hacer no era bien poco; los pasabocas, la música, el ponqué y la champaña exigían más de dos manos tan ágiles y prontas como las suyas. Nina quiso ayudar pero si el agasajado colaborara más no tendría por qué importunar a una invitada con los afanes del pequeño convite. Así que, allá encima de la nevera hay unas cuantas monedas, la tienda no ha cerrado, traiga dos gaseosas tres litros que con eso sobra y basta.

Pero sí estaba cerrada. Miró hacia el otro extremo de la calle y se aventuró con la noche y la oscuridad. No había avanzado más de tres cuadras cuando escuchó uno quejidos muy lastimeros. La curiosidad fue más poderosa que el miedo y se aproximó a una casa de puertas verdes y ventanas oxidadas. Un hombre moreno, alto y musculoso blandía un cuchillo, con la otra mano sujetaba a una mujer bajita, rubia, de tez blanca. La mujer luchaba por librarse del alcance del cuchillo, intentaba echar hacia atrás una y otra vez su cuerpo evitando los lances mortales. Era una lucha asimétrica que muy pronto se inclinó a favor del hombre moreno quien logró sujetar ambas manos de la mujer con una sola. Echó su cuerpo sobre la frágil estructura de la rubia, colocó luego una rodilla sobre su garganta y lentamente empezó a asfixiarla controlando los tiempos a manera de tortura.

Los grillos y las ranas se silenciaron dando paso al ruido del cuchillo penetrando la piel templada y hundiéndose en la carne una y otra vez. El vientre agujereado de la mujer develó sin pudor las geografías violáceas de su aparato digestivo. El rostro del hombre estaba dibujado con líneas frías, inexpresivas. La rubia cabellera dio paso a una masa espeluznante de sangre. Luis de Azul empezó a sentirse incómodo, una extraña sensación despertaba entre sus pantalones y un fuego de deseos se hacía líquido, explotaba, llegaba para no dejarle nunca libre. Era su primera vez y el inicio de tantas muertes sospechosas.

martes, 10 de febrero de 2009

Hotel Pekín - Santiago Gamboa

Si bien es la obra más reciente del escritor colombiano Santiago Gamboa, es la que menos me ha impactado. Luego de haber leído Páginas de Vuelta -su ópera prima- Los Impostores y El Síndrome de Ulises -la cual considero, de todas las que me he bebido, la mejor- Hotel Pekín es como esa modorra intelectual con la cual muchos escritores se toman un año sabátido.
Narra la historia de un colombiano, Frank Michalski, residente de los Estados Unidos quien junto con su esposa han soñado toda la vida convertirsen en verdaderos americanos. Frank trabaja para una empresa cuya misión estratégica es la de impulsar las "bondades" neoliberales del capitalismo en tierras socialistas. China es el país elegido, y nadie mejor para Enhancing The Future que éste avergonzado colombiano. Su próvida experiencia ha sido siempre garantía de éxito, una razón más para justificar su distanciamiento atávico, pues en las altas esferas del empresarismo globalizado los colombianos no triunfan, trampean.
En su benemérita misión conoce a Bordewich, un periodista desesperado por atrapar el suceso más inaudito en medio de tanta cotidianidad por él desconocida.
Un empresario chino, alumno de sus agobiantes charlas empresariales, se muestra reticente a sus ideas y a la pérfida intención de abandonar su legado ancestral ubicado en las antípodas de la cultura occidental que hoy amenaza no solo a su país sino a su familia, a su mundo. Li Qiang se convierte en un reto y como arma estratégica empieza a demostrarle un interés casi fraterno que con el paso del tiempo, de las cenas familiares, de los lenitivos paseos al campo, va cambiando su forma de ver el mundo, de valorar las relaciones de familia, de interpretar el pasado.
Finalmente, decide solicitarle a su empresa un año sabático. Descubre la farsa de sus postulados, los cuales consideraba imbatibles y decide darle un nuevo rumbo a su vida, la cual patinaba por rumbos equivocados.

La historia es lineal y por momentos pareciera convertirse en una Ética Empresarial para Amador o en un Derecho a la Ternura Empresarial. Desconoce uno por momentos a ese Santiago Gamboa del Síndrome de Ulises donde apegado a los personajes anti-héroes trata al fracaso no solo como una forma de vida sino también como un estado al cual se desea llegar.
Punto importante es la falta de identidad nacional con la cual el protagonista asume una nueva nacionalidad artificiosa, el odio demostrado hacia un país que huele y sabe a mierda: una afilada arista sicológica de aquellos exiliados que anhelan nunca jamás volver -a diferencia de Ulises-.
Solo espero que Santiago termine pronto su año sabático y nos sorprenda con sus historias llenas de vericuetos, de espinas sicológicas y de álgidos destinos.

viernes, 6 de febrero de 2009

Fugas

La noche se ocultó
detrás del botón de plata
Los cuerpos levantaron
la geografía del deseo
Tu boca rodó con afán
y la calma sobrevino
húmeda
delgada.

martes, 3 de febrero de 2009

Rememorando en despedida

Fuente: Fotos de Facebook Carlos Mantilla y Odilio Blanco fueron compañeros de colegio y, para nuestro dolor e infortunio, víctimas mortales...