lunes, 8 de agosto de 2011

Entre Mayas

Antes de abandonar la ciudad, en busca de la primer ciudad Maya, sabía que las cosas no iban a terminar tal como estaba planeado. Mientras el taxi avanzaba, buscando la salida del casco histórico de Campeche, algo comenzaba a inquietarme. Algo diferente atizaba el sinsabor de aquella mañana. Luego de abandonar el centro histórico comenzó a aparecer una ciudad diferente. El bullicio del tráfico mezclado con los 28 grados de temperatura, los semáforos pestañeando entre el verde y el rojo me mostraron el otro costado de una ciudad inicialmente tranquila de calles angostas y poca gente por sus veras. Tuvimos que sortear a más de un monstruo mecánico, escapar de sus eructos de gasóleo. El taxista había tomado la vía menos transitada, sus orillas atestadas de construcciones endebles albergaban ventas de comida o inacabados conjuntos residenciales. Cierro los ojos por un instante. Buscaba una pizca de sueño que me relajara.

Una nube de mariposas nos ataca por sorpresa. Como el aire acondicionado del carro estaba encendido, las ventanas cerradas nos salvaron de morir asfixiados a causa de una tormenta de alas amarillas. Mis malos presentimientos se confirmaban. Era solo el principio. El taxista sostenía que aquel fenómeno era normal. De ninguna manera le creí. En época de lluvias suelen abundar, nos dijo mientras un letrero anunciaba China a 5 Km. No se preocupen, es un pueblito llamado así. Le dije a Iliana que les hiciera algunas tomas fotográficas a las pequeñas bestias de alas verdes y amarillas que nos amenazaban, pero inexplicablemente la batería estaba descargada por completo. Cabalgábamos sobre el lomo de una interminable serpiente gris cuya cabeza se perdía en el horizonte, alindada por sembradíos de maíz, sandia, pitaya y madre selva.

Intenté mirar a través de la ventana posterior. Sentía curiosidad por el camino que íbamos dejando atrás cuando advertí la presencia de un extraño objeto. Venía desplazándose entre la maleza a la misma velocidad que nosotros. Iliana no percibía nada, creí que su vista se había nublado a causa del cansancio provocado por tanto viaje. No confiaba en el taxista y preferí evitarle cualquier comentario. Estaba seguro que las cosas no iban por buen camino.

Llegamos a un cruce que, según el taxista, marcaba el inicio de la vía antigua a Mérida. Aceleró a fondo indicando pocos kilómetros a destino en dirección suroeste. La tormenta de alas amarillas no cesaba. Momentáneamente había olvidado que éramos perseguidos por un extraño objeto camuflado de selva. Cuando creí dormir, súbitamente el carro frenaba. Iliana me indica que hemos llegado. El taxista sonríe por el retrovisor diciendo que tenemos dos horas para recorrer el lugar. Iba a esperarnos, era lo acordado. Cuando nos acercamos a la taquilla para pagar los boletos veo que el taxista dialoga con otras dos personas observándonos. Hablan de nosotros, lo peor: no intentan disimularlo.

Templo Principal Edzná - Foto mía
Luego de pagar en la taquilla nos adentramos por un sendero selvático. Un aviso nos ilustra acerca de la civilización Maya. Edzná o “casa de los Itzáes”, así se llama el complejo prehispánico. Nos ponemos repelente para alejar tanto mosquito. Desenfundo la cámara y nuevamente una presencia tras nosotros. Los pájaros comienzan a aparecer por todos lados, confunden sus graznidos con el sonido del viento que silba entre las ramas de las ceibas que se descuelgan en lianas poderosas sobre la espesa hierba. La selva se agita y nos somete con su estridencia. El miedo acelera nuestros pasos. Le grito a Iliana que corramos. Llegamos a una amplia explanada coronada por una gigantesca construcción. Nohochná o “casa grande del Maya”. Agitados, nos limitamos a sentarnos. Intentamos recuperar el aliento mientras a nuestra espalda una escalera de piedra asciende pacientemente hasta tocar una hilera de columnas que sostienen un friso imponente decorado con figuras enigmáticas de narices retorcidas y ojos como serpientes enroscadas. Al otro costado: un templo majestuoso pende del cielo sostenido por cuatro baluartes de piedra. Una mano amputada pareciera dar soporte a una estructura que se descuelga en habitaciones y en tapetes de piedra que zigzaguean al caer. Nos vemos rodeados por un ejército de iguanas. Corremos hacia el templo principal. Entramos en la primera habitación que encontramos. Sujeto a Iliana fuerte. Mágicamente una puerta se abre. Sin pensarlo, cruzamos el umbral obligados por el miedo reptil que nos persigue. Dos manos me sujetan y una voz ronca dice que hemos llegado. Esto es Edzná. Tienen dos horas para hacer su recorrido. No se preocupen aquí los espero, tal como hemos convenido.

4 comentarios:

Oscar Delgado dijo...

Ole que buen texto, excelentes descripciones. No se espera menos.
Saludos Parcero.

CarBre dijo...

Buena cosa compa, con ganas de salir y conocer un poco mas de este tierrero de planeta en el que vivimos, gocela primo...

Danith dijo...

Bacano el relato :D Y Pilas en los aeropuertos con esa pinta de argelino!

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Parcero, te empapas de la cultura maya...ahora tendrás caudal para preparar un documental nuevo sobre las predicciones mayas...Un abrazo.

Rememorando en despedida

Fuente: Fotos de Facebook Carlos Mantilla y Odilio Blanco fueron compañeros de colegio y, para nuestro dolor e infortunio, víctimas mortales...