martes, 22 de septiembre de 2009

Otros vientos, otra mar

Un miedo de agujas
consigue instalarse
más allá de mis huesos.
Arrastro bajo suelas
dos mundos con un
pasado de sangre.

Las viejas señoras
del aseo golpean
sus escobas
buscando los duros panes
bajo las camas
Soñando con un
bocado de agua para calmar
sus afugias.

Un centinela vigila
los secretos de la noche
bajo su falda de hielo.
Es el dueño absoluto
da las llaves que abren
las puertas del sueño.

Y mientras las gaviotas
son tragadas por el mar negro
un monstruo se levanta al
otro lado del muro
Vomita sus entrañas
al compás de roncas castañuelas,
de rasgadas partituras.

Es otro el cuerpo que sostiene
mis viejas prendas
Es otra el alma que va
remando en contravía.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Torre dos Clérigos

Soy una caricia de piedra
que coronada de campanas
se hace oir a la distancia.

Alimento mi alma
con plegarias ajenas:
viejas rubias sudorosas
casi inútiles;
viejos blancos casi ciegos
aún risueños.

Es mi presencia
el grito del pasado
destinado a perderse
entre el tráfico de ocho horas
y el olor de las estrellas.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

viernes, 31 de julio de 2009

lunes, 27 de julio de 2009

Lecturas

Abro tus piernas en la página cien.
Leo con mis dedos los húmedos pasajes
de tus ganas.
Procuro ir despacio para entender
tu lenguaje.
Descifrar el mensaje de tus puntos
Mientras deslizo mi mano y aprendo
de memoria dos nuevas frases
para mi colección.

viernes, 10 de julio de 2009

Espejos

Faltaba un final coherente en su relato. Fue hasta el baño y al mirarse al espejo pudo ver en su frente el punto final de la historia.

lunes, 15 de junio de 2009

Il y a longtemps que je t'aime (Hace tiempo que te amo) - 2008

Ópera prima del escritor francés Philippe Claudel, basada en una novela de su autoría, que muestra el pasado como un lastre ineludible atado a la existencia del hombre. En un imponente papel protagónico, la actriz británica Kristin Scott Thomas, representa a Juliette, ex-convicta, quien luego de 15 años tras las rejas se re-encuentra con su hermana Léa (Elsa Zylberstein). Ambas hermanas apenas se conocen, pues además del tiempo, sus padres hicieron lo imposible por borrar el recuerdo de la hermana mayor quien ha caído en desgracia al asesinar a su pequeño Pierre de escasos seis años.

Philippe Claudel, logra que Kristin muestre su potencial actoral, encarnando el desgarramiento solitario de una mujer huidiza, insegura, en ocasiones huraña, que sin pretender acomodar su presente se ve envuelta en una telaraña social difícil de evadir que no solo intenta atraparla sino succionarla al máximo para encontrar en su historia motivos de repudio. Denunciando así la hipócrita intención de reformar, oculta tras una máscara de instituciones que jamás procuran la verdadera resocialización del hombre, todo lo contrario, cuelgan un pasado ignominioso del cual jamás se logra reponer, mucho menos escapar.

A pocos minutos del final se conocen los móviles del crimen y queda planteado otro tema de controversia repudiado por cristianos y católicos: el derecho a morir dignamente.

Un film que gracias a algunos primeros planos junto a la capacidad magistral que tiene Claudel de enseñarnos intrincados rincones de la psicología humana, nos hacen recordar al maestro sueco Ingmar Bergman, y convierten ésta cinta en una obra obligada para los amantes del cine y del buen cine francés. Ganadora del premio BAFTA a la mejor película de habla no inglesa 2008, concedido por la Academia Británica de las Artes Cinematográficas y de Televisión.


sábado, 6 de junio de 2009

Estío

Es penosa la espera del alma
deja una tímida lluvia de voces
en la piel
Un sabor a luna que congela
los labios
Y un cuerpo inhabitable como
después del deseo

Todo se sucede cuando el alma
se sostiene del último hilo
en la herida
y duele en la punta de los dedos
como duelen las marcas del agua
en el desierto

Se dobla un jirón del viejo vestido
Se descosen retazos a pulso de alcohol
Se habla del viento... pero aún no llueve!

Fotografía de Manuel Álvarez Bravo

martes, 2 de junio de 2009

Desmadre

Y como si fuera poco, luego de arrancarla desnuda debajo del hombre y propinarle tremenda paliza, la llevó hasta su casa, la ató de pies y manos, la envolvió en dos sábanas, la roció de gasolina y le prendió candela, pues estaba cansado que la gente del pueblo al verlo venir dijeran en voz baja: "ahí viene el hijo de puta".

martes, 19 de mayo de 2009

Moridiendo el reloj

Le dijimos a la mañana
que la noche era una hechicera de pueblo
Servimos la endiablada voz del despertador
en una taza de café
La calle eructaba petróleo
Y como salidos del abismo
mil rostros ocuparon el vacío del andén
Comenzamos a morder el reloj
para evitar nos diera alcance
Pero no tuvimos en cuenta que
la hora es como una guitarra
donde los hombres necesitan ser rasgados
para encontrar uno a uno sus silencios

Es tarde lo que se pega a los dedos
cuando se asoma a la ventana
con la intención de darse alcance en un poema

Tal vez estaremos trazando el mapa
de las calaveras sin dueño
sin preguntar quién duerme
cuando se apaguen los días.

domingo, 17 de mayo de 2009

Un juglar de dudas

Cuando los medios de comunicación le imprimen su retórica exagerada a ciertos artistas es cuando debemos recurrir a nuestro infaltable derecho a la duda. Hoy, muere uno de los más famosos cantautores vallenatos: Rafael Escalona; en medio de tanto circo mediático hay voces que tímidas se levantan para recordar sus viejas andanzas con tanto personaje funesto, así como el uso de su popularidad en favor de políticos quienes en últimas han sido los que han llevado en barrena ésta democracia bananera. Cómo nos hacen falta verdaderos artistas comprometidos con las causas humanas, capaces de hacer consecuente su canto, su pluma, su arte con el heroísmo de la vida.

domingo, 10 de mayo de 2009

Siniestras confusiones

Supo que era la dirección equivocada cuando limpiando afuera su machete pudo ver sobre la puerta un ocho en lugar de un tres.

sábado, 9 de mayo de 2009

Viernes de Do menor

Cómo decirle a la piel
que olvide su abrigo de lunas
Cómo decirle al alma
que esconda sus pordioseros de oficio
Es como intentar lenguaje de humanos
en un país de negros alfileres en el pecho

Decirle a los días que guarden
su ropaje de porcelana para evitar
el sordo golpe del reloj contra el espejo
Es querer prohibirle a ésta soledad
su almuerzo de rata vieja
en algún rincón de la casa

Por eso golpeo contra mis muros de cristal
Por eso le arrebato a la noche una arruga de tiempo
para tejer en silencio el traje que he
de llevar al circo de los vivos

Por eso estoy aquí
con el sabor ácido de las palabras en los dedos
Invitando al alma a desangrar sus pordioseros
Invitando a ésta piel para que alimenta la luna

Señor Vallejo:
Hoy no ha venido nadie;
y hoy qué poco he muerto en ésta noche!

domingo, 3 de mayo de 2009

Juegos

El viento ha reanudado su tejido en la ventana
Cómo se siente el sabor de los astros hirviendo
Mientras devuelvo una página entera
Que parece un hasta-nunca junto a la puerta

Sentir el cauce de las horas
Como tumulto de hojas cayendo
en plena primavera...

Gritando en el idioma de las sombras
la mentira que libre del cielo a mil demonios que poseo
No esperaba una noche de tragedia
Pero sí el embrujo de una herida en mi pecho
La rosa negra tatuada entre piel y alma
Como sello de venta en fábricas de infierno

Inconsciente de alcohol bebo a tientas
cada línea que desangro

Y desando la leyenda de estar vivo
pero desmiento el juego de los dados
que ha comenzado con otra copa más
sobre la mesa.

sábado, 2 de mayo de 2009

Blancas cosas

No he vuelto a escribir hace más de ocho días. Las ganas se han desperdigado y no las encuentro por ningún rincón del apartamento. He tratado de masturbarme para despejar un poco la mente pero solo logro agrandar la malparidez y aumentar el desinterés por todo lo que tenga que ver con las letras. Recojo los libros tirados en el suelo: Cuentos completos de Cortázar, ¿Qué corazón? De Mario Rivero y una que otra revista de educación. Intento leer algo de Julito pero el libro se resbala de mis manos con apenas dos líneas. No tengo Internet y me aburro increíblemente. Tomo el bolígrafo e intengo garabatear para calmar la ansiedad. Escribo RISA, SEXO, ALMA, PUTA MADRE, AYER, ALCOHOL y nuevamente SEXO. Arranco la hoja y la tiro al cesto. Me recojo en el sofacama e intento con otro texto de Mario Rivero, cierro los ojos al leer los tres primeros versos de DESPUÉS… Y tú, llevando aquella muerte contigo. Imagino la muerte blanca como en la canción de Robi Draco, imagino sus blancos muslos, sus senos erectos a través de su velo níveo, su tez pálida y su voz nacarada invitando al encuentro entre sus piernas; imagino morir penetrando el sexo de la blanca dama, un encuentro delicioso con el más allá, una deliciosa despedida follando con la huesuda que espero nunca termine.

domingo, 12 de abril de 2009

A Mario Rivero

Corría el año 1999, al mismo tiempo que expiraba un siglo, los aceleres de la literatura envestían una y otra vez despellejándome la lengua, la punta de los dedos y desgastando entre versos rimados, libres y sencillos una que otra noche junto a insaciables vasos de cerveza. Junto a compañeros de universidad preferimos perdernos entre un mundo insaciable de letras y letras a empequeñecernos entre libros de cálculo, ingeniería y demás intríngulis académicos. Noches de perversa bohemia, recorridos profundos entre alcohol y poesía, bajos instintos arrebolados de prosa surrealista y cuentística cortazariana. Eran los tiempos de Baudelaire, la encarnación del vate maldito hacía nido en nuestros afanes espirituales, recalábamos en el Infierno con Rimbaud mientras despellejábamos jovencitas a punta de cigarrillo, alguna vez con cocaína y más de una vez sin condón. Maldije mil veces no haber conocido a mis tempraneros 16 a esa maligna cofradía de vagabundos franceses, sin embargo consideré por mucho tiempo como libro de cabecera al fatídico Julio Flórez quien de fatídico solo tuvo el escribirle a la muerte, al suicidio y al deicidio, para finalmente morir de viejo, todo en medio de sus alejandrinos, endecasílabos e ingeniosos octasílabos. 

Cuanto más bullía literatura entre cerveza, sexo y algo más, fuimos descubriendo el cadencioso imaginario de Juan Manuel Roca con su País de Ciegos, descubrimos un mundo de yeguas color lluvia, el aleteo de los pájaros en el lenguaje de los ciegos y las farmacias de cualquier ángel caído; anduvimos por tejados como ingenuos gatos persiguiendo sexo mortal, pero también aprendimos a cambiarle el destino a los trenes a punta de rosas y poesía. Con Verlaine visité un clásico putiadero de la poco bella Bucaramanga. Libro en bolsa hice pesquisas en el desaparecido Edilka de la 27 con 36, una negra de tronco ancho y piernas fuertes me adentró en sus oscuras aguas sin un peso a cambio, solo versos y más versos y más ron con más cerveza que hielo. Eran las temporadas de las que tanto hablaba Rimbaud en su poesía de adolescente. 

Mario Rivero, así se llamaba el poeta colombiano que me acercó a la poesía urbana, a sentir más de cerca el olor del andén en cada verso, de la lluvia a plena calle, del café solitario y hasta se burló de dios con su Golpe de Dados, revista que dirigió desde los años setenta y que sobrepasó los doscientos números, y digo se burló de dios porque jugó a serlo usando la simbólica referencia del azar para armar un universo poético con múltiples gregarios que a la vez fungieron de creadores infinitos. 

Puede que yo sea sólo un borrachín
Un viejo vago –como dicen-
Bebiendo a solas cerveza amarga
Hasta quedar dormido sobre el vaso
-como el soldado sobre el fusil-.
Pero yo sé que se siente envejecer…
Lo sé exactamente, y por eso,
Van a encontrarme aquí una y otra vez,
En las mediasnoches temblando, sediento,
Engarfiando mis dedos a la colilla, 
Con los ojos clavados en mi cerveza. 
Bajando hasta lo más hondo de mí mismo,
Como un hombre que explora su propio desierto.
-Porque el desierto crece al envejecer…(Mario Rivero)

Su imagen: barba de melancólico gris a medio cerrar, gafas de carey y abdomen de chofer, cabellera también gris de mediana abundancia, ojos casi chinos -vestigios de su guerra por Corea; es ahora el recuerdo que acompañará sus letras porque su voz no volverá por ninguna Casa de Poesía Silva, tampoco se escuchará su ronco verso por festivales de poesía, ni sus dedos volverán a fustigar la blanca hoja como cuando dejaba escapar sus endriagos para hablar de la Greda, los Oasis, el bistec, la cerveza y la tragedias humanas. Volveré a la cerveza, regresaré a la calle, engarfiaré mis olvidadas colillas y lameré la axila de la puta recordando su versos, le diré como él dijo: ¡Maldita la ramera y su mofa!/No soy un toro ardiente /-ningún semental-/Y sé que es desvarío el guardarle/algún odio por ello.

Hoy que ya ha partido, conocerá que no hay dios, hoy que ya ha muerto se volverá inmortal y muchos sabrán hacerle despedidas, sabrán llevarle un verso, tal vez dos hasta su tumba, pero yo igualmente brindaré por sus excesos porque de ellos sabré hacerlos también míos. 

Ningún mortal ha encontrado
Un remedio contra la muerte.
Ella a todos nos quebranta como le place,
Y cuando quiere. (Mario Rivero).

¡Y hoy quiso por él!

lunes, 6 de abril de 2009

Significados

Desde aquella tarde cuando él regresó de fútbol, sin un peso en los bolsillos y aliento a cebolla luego de hamburguesa y litro y medio de coca-cola, ella lo comenzó a odiar. Al día siguiente la extraña actitud de la gente, su repulsión disimulada develó su imperdonable olvido: su boca estaba intacta de higiene. Volvió el domingo y el ritual del fútbol ésta vez frente al televisor. Nuevamente el odio se hizo presente y él en virtual destinatario. No solo fue la ausencia de cepillado en sus dientes, también el olvido de sus calcetines lo que lo puso en la diana del recelo y del murmullo de compañeros. Cuando el torneo de finalización del rentado colombiano llegó a su fin, y Diego, el incondicional de siempre lo puso al tanto de su despido producto de esa última llegada al trabajo: no solo sin peinarse afeitarse y bañarse, sino completamente desnudo, entendió el significado del odio en manos de una mujer no solo engañada, también olvidada. 

sábado, 4 de abril de 2009

martes, 31 de marzo de 2009

Jugo de lunas

En tus muslos he sembrado
el musgo que escondo
en la punta de los dedos
Tomaré del tiempo
su lluvia lenta
esperando
juntar
tus aguas bravas
con mi bullicio vegetal
Morderé ardiente
tu botón de deseos
estallarán mil soles
bajo tu abrigo de lunas
cubriendo otoños
con cartas sin letras
agujereando inviernos
en la ventana
remplazando primavera
por sed de marzo
desviando los trenes
con un quejido
Para luego ir ocultando
el desorden de estaciones
junto al baúl del taxi
y entre el reloj de las seis.

lunes, 30 de marzo de 2009

A la manera de Omaira


Empecé a desvestirme sin prisa. El reloj marcaba las once de la noche. Había terminado el turno del martes con una tristeza espantosa. Mis compañeros no pudieron seguir ocultándome la trágica noticia que durante una semana hábilmente protegieron detrás de puertas, entre idas al baño y bajo mesas de trabajo, o tal vez nunca quise verdaderamente prestarles atención. Jorge, en un descuido inusual de su lengua, lo había dicho; en ese momento no me importaba nada de lo que hablaban pues era Omaira quien tomaba por asalto el patio trasero de mis preocupaciones y solo dos o tres frases, como apestosas cucarachas, se colaron entre la alcantarilla de mis malos pensamientos, no pararon de revoletear ese día y parte del siguiente.

Omaira se veía divina, a pesar de sus kilos de más había aprendido a besarla y a meneármela sin desdén. El chaquetón negro le sentaba de perlas, llevaba un color hermoso en sus labios que me aceleraba las ganas de chuparle esa jeta en plena calle. El pelo recogido con una moña blanca y sus dos pendientes plateados le daban un toque especial a su cara redonda. Tomamos un taxi porque empezaba a llover. Aquella tarde la ciudad eructaba y apestaba como nunca, me sentía vivir en el mismo culo del mundo, así que sin más miramientos estaba decidido a todo con aquella masa de colesterol arreglada y perfumada para mí. Yo era el máximo conquistador de la provincia más pobre del Nuevo Reino de los Testículos de Jehová. Bajamos del taxi y ella pagó con un billete grande, la cosa pintaba bien. Un hombrecito verde, con cara de chancro, nos llevó por un estrecho pasillo, luego doblamos hacia la ventanilla del recibidor donde una voz enratonada nos atendió tras un vidrio polarizado. Nos sentamos a esperar en una sala pequeña tal como la voz había indicado. Otras dos parejas vigilaban pacientes su turno. La noche comenzaba con un afán libidinoso que como nunca –creo yo- hayan experimentado los dueños de bares, residencias, moteles y demás antros de placer y vendimia corporal. Mientras Omaira se

ajustaba las tetas pasé revista a los cuatro rostros que se plegaban ansiosos y apenados, esquivando el contacto visual ante el miedo de ser reconocidos: tal vez la vecina, tal vez el vecino, de pronto el tendero o el amigo del marido, o la amiga de la esposa; la mujer del frente con sus mechones de colores, su labial rojo y el camisón trasparente me mostraba las pechugas detrás de un sostén también transparente; la otra, que llevaba un traje enterizo color gris, buscando ocultar con elegancia sus afanes terrenales, mostraba un estrato superior y costumbres refinadas; esa manera calmada de ocultar los nervios, el suave movimiento de rodillas dejaban entrever no solo clase, también experiencia en el sano oficio de moteliar los viernes. Para describir a los tipos es suficiente con decir que tenían más pinta dos choferes de camión con palillo entre dientes y pecueca fermentada. Afortunadamente tres habitaciones fueron desocupadas a la vez. La voz nos indicó que mientras llegábamos al cuarto piso las empleadas se encargarían del asunto higiénico. Reclamamos marcialmente las llaves y con una palmada en las nalgas Omaira me motivó a tomar el ascensor. Adentro solo mirábamos los números, el olor a perfume barato por poco me hace vomitar. Buscamos la habitación 412 que estaba al final del pasillo. Una bocanada de límpido y ambientador barato nos recibió al abrir la puerta. Mi verga comenzó a cosquillear, sabía que vendría en mi auxilio, como cualquier Batman, Chapulín o superhéroe enmascarado, así Omaira fuera la más fea gorda de éste podrido planeta.

Omaira había desaparecido por completo de mi vida. No sabía las razones. Llevaba una semana sin saber de ella, tiempo suficiente para darme por vencido y adoptar la idea del abandono. Mil y mil cosas vivía preguntándome, ninguna con respuestas aceptables. Empecé a asistir a los cultos de la iglesia que ella solía frecuentar de lunes a jueves. Salón Del Reino De Los Testigos de Jehová. Un letrero extravagante y chabacano que más de una vez me provocó vomitar, agarrar por el culo al pastor y a la pastora, patearle en la geta al ujier y robarme el diezmo que ellos también robaban.

–No, no ha venido hace más de una semana –le escuché decir al pastor cuando una señora bajita, de tez blanca y cabello ensortijado había preguntado por Omaira, sí, ella, la misma que enseñaba en la escuela dominical. Algo muy raro, ella es muy puntual con su asistencia y su diezmo –había dicho mientras relamía su bigote untado de leche y migas de pan.
Solo pensando en dinero, malditos perros, juegan a ser salvadores del mundo a cambio de billetes y monedas. Me doy vuelta sin despedirme, le doy una patada a la puerta y salgo con el demonio por dentro.

Mientras preparo la comida el televisor eructa los últimos asesinatos, robos y violaciones del día. Los martes se tornan aburridos y deliciosamente lastimeros. Tomo una cerveza y olvido por unos instantes el comentario de Jorge. Mi cabeza no está para tanta mierda, apago el televisor, me dejo habitar por el perfumado silencio que ventila la espesa cabellera de la noche. Ahora, además de Omaira era Jorge, las palabras de Jorge, el cómplice movimiento de ojos, los ritmos intempestivos de las manos, de los brazos, Jorge insistiendo como puta desparchada, ajeno a las necesarias discreciones, incapaz de interpretar mi llegada como el detonante del gris disimulo. Desabrocho mi ropa y me entrego desnudo a la brisa que se cuela por la ventana, siento el hervir helado de la cerveza en mi garganta explotando en universos burbujeantes de placer transitando desde lo amargo, lo sutil y delgado hasta lo inconmensurable, dejando sembrada su huella de inconsciencia por cada uno de los surcos del cerebro. Es una entrega lenta, deliciosa, que me deja liviano como pluma y me acerca sin prisa a fronteras algodonadas y silenciosas donde todo vale, nada pesa, todo llega, solo existo. Es extraña la ausencia de hambre como extraño el peso de la conciencia a pesar de las quince latas de cerveza. Tal vez haya logrado traspasar las fronteras hacia una nueva dimensión y esté coronado por un tipo nuevo de existencia donde el mundo es más blando y los tiempos invertidos me hayan devuelto a aquella habitación, a Omaira temblando en algún rincón, sollozando con el rostro cubierto; completamente desnuda mientras sus gordos se descuelgan como horripilantes bolsas de grasa a lado y lado, por delante, por detrás: un monumento de celulitis y estrías; unos senos perdidos en su desproporción. Gritando por favor no más, soy suya pero no de esa manera, por favor y yo blandiendo la hebilla de mi correa, descargando uno, dos y hasta tres golpes sobre su espalda, sobre sus brazos, buscando su rostro; observando asomarse entre sus piernas ese horrendo molusco de pelos y carne, interpretándose el asco en más golpes, más correazos,

más fuertes jaloneos de cabello que me dejan exánime, rendido, tendido en la cama y Omaira ésta vez encima, devolviéndome uno a uno cada golpe, cada arañazo, cada patada, cada corte de piel, mientras galopa sobre mi sexo siento su grasa resbalar hasta bañarme completamente, abofetea fuerte pero no siento, solo el lento deslizar de la manteca que su piel exhala, el lento discurrir de su tiempo sobre el mío, su forma desproporcionada de respirar semejante a un volcán violento a punto de hacer erupción. Omaira golpea más, sí, cada vez con más violencia, creo perderme en ráfagas oscuras de placer y no sé si dolor, soy ajeno al presente y la bruma es espesa como espeso el sudor de Omaira, siento su sexo succionándome y me envuelve y me cubre y me traga y ya estoy dentro de Omaira, creo estar dentro de ella luego de ser succionado por la fuerza poderosa de su peludo molusco. Aquí no hay tiempo, es un fluir lento del espacio, es un transcurrir silencioso, hay mucha paz, demasiado descanso, nada me duele, solo siento leves punzadas por todo el cuerpo que recorro como haciendo inventario del pasado en mi memoria. Ahora entiendo las palabras de Jorge, su manera tangencial para hacer referencia a un pasado donde yo estuve, donde el espacio recortaba mi existencia y ocupada un lugar en el mundo de ellos, un pasado lleno de intersecciones humanas y blandas monotonías; un pasado extraño para mí, con aristas circulares de difícil interpretación. Un pasado a la manera de Omaira.

(Imagenes encontradas en las siguientes direcciones:
http://www.profundaoscuridad.blogspot.com/
http://blog.pucp.edu.pe/archive/773/2007-12 (Gorda de Botero)
http://dosninyos.lacoctelera.net/posts/index/2)

viernes, 27 de marzo de 2009

Itinerarios

Regreso entre humo
café y silencio
Levanto un diálogo
de ojos con la noche
Uso el alfabeto de
los puntos amarillos
con acentos de otro mundo
con fonema invertidos
y grafías invisibles
Las formas son el bosque
de los cuadrados hambrientos
Las figuras son la mueca
de las sombras contra el suelo
El país del hielo levanta
empalizadas bajo el pie izquierdo
Es hora de alistar las armas
e invadir territorio ajeno
Intaré reirme
para evadir sospechas
Mientras mi cuerpo espera
al otro lado ya herido.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Rascadas asesinas

Comenzaré por decir que fue un miércoles, tipo ocho de la mañana, la resaca comenzaba, me esculcaba empeloto como buscando rastros de borrachera por algún lugar secreto del pellejo cuando de repente un piquetico tan chiquitico a la altura de la tetilla izquierda que sino hubiese sido por la hijuemadre rasquiña no habría caído en cuenta.

Al principio le resté importancia. Busqué los calzoncillos del día anterior al borde de la cama, salí al comedor, abrí la nevera y como lo único que en verdad me interesaba era ahogar la maldita sed y apagar el dolor de cabeza, tuve que levantarme más de tres veces para beberme la jarrada de agua helada, completica, con acetominofén por vez. En una de las vaciadas de vejiga regresé al espejo a repetir el ritual de las ojeras, de la lengua blanca, de la calva incipiente, de los dientes amarillos y de nuevo la rasquiña y el piquetico creciendo al tamaño de una lenteja. Comienzo a inquietarme y a medida que rasco y rasco el piquetico deviene en piquete, el piquete en rotico y el rotico en roto. Por el roto que sigue rascando empiezo a ver la carne viva, no sangra, es raro, pero una sensación de hambre se le despierta a las uñas que exacerbadas comienzan a escabar una, dos, tres y de vuelta tres, dos y una vez más. A cambio de tetilla se abre un pocito de luz a mis entrañas con enredaderas chiquititas de venitas y vasitos, verdes, rojos y rosados; los músculos pueden verse y algo blanco empieza a asomarse entre tímidos jirones de fibra, de nervios, de sangre detenida. Suena el celular, no contesto, no me da la gana, solo hay voluntad para el agua y para rascarme, rascarme es un placer al cual me había negado en ocasiones por etiqueta pues nadie puede evitar que la comezón se levante entre nalgas o en entrepierna, pero muchos sí prohiben en acato al protocolo de la hipócrita apariencia la uña deliciosa entre el culo o los cojones, o siendo más explícitos y menos vergonzosos decir que es la punta del pájaro la que alimenta las delicias de la uña y nos entrega a la excitación del maravilloso comezón genital.

Puedo ver mis intestinos, el estómago trabajando muy a pesar de la escasa materia prima, luego de la borrachera es prohibido comer, por eso veo el movimiento casi estático de esa bolsa gris llena de ácidos digestivos. Nunca pensé que fuera tan maravilloso poder observarse uno mismo las entrañas, esa masa viviente de tripas, hígado, páncreas, corazón y riñones que siguen picando y la uña sigue escarbando con un hambre exagerada de carne y más carne, de hueso y cartílagos. Rasco entre intestinos y sus paredes se destruyen, hiedo a mierda, perdón, estoy hecho de mierda, el hombre es una masa pestilente de mierda; el hígado me rasca, los riñones me rascan, les doy lo que se merecen: uña, más uña; una y otra vez.

Regreso al ritual del espejo y solo veo mis ojos, lo demás nada, entones el derecho me empieza a rascar y siento un placer en un lugar donde debía haber uñas pero solo hay vacío, no hay carne, solo un hueco profundo donde alguna vez ocupó espacio lo que antes fue cuerpo, ahora solo nada.

martes, 24 de marzo de 2009

Dios y el café

Mientras me servía el huevo el pan y el café se me vino la valiente idea de pensar en dios, jehová o yahvé como el hijo mentiroso de la historia humana por ser el gran producto de su propio dios: el hombre. Bueno, pensarán algunos, no será dios el gran mentiroso, será entonces su inventor, pero no, ya que el espíritu santo iluminándome a la hora del huevo el pan y el café me lo ha contado todo con pelos en las señales y señales en el pelo, tendré que denunciar ante los entes competentes el abuso de tanta coma punto seguido y aparte en ese primer capítulo, de la cacareada santa biblia, llamado génesis. La madre de toda la creación, de los seres que nos rodean, asfixian, atraen, condenan y hasta enamoran es la delicada mentira, sí señores, escuchen bien, la mentira es el arte del cual dios se ha servido para hacer de su propia creación el mundo que nos contiene. Dios ha posado de ser el mayor mentiroso del mundo, ya que la verdad no requiere imaginación, la verdad es parca, lineal, aburridamente monógama, es un solo nivel en la escala del pensamiento creativo, si dios es el gran creador se convierte así en el gran mentiroso. La mentira adquiere alto valor cuando pasa soterradamente como verdad ante tanto auditorio abarrotado ya sea de expertos o de ciegos creyentes. Un mentiroso vale más que un predicador de la verdad, el mentiroso desarrolla altas capacidades mentales pues es necesario crear nuevas sinapsis entre neuronas con el fin de tejer astutamente cada hilo, cada rama fibrosa sobre la cual atrapar la imbécil ingenuidad humana. Todo escritor, poeta, cantante o artista de alto vuelo es un mentiroso nato, un ser de otra dimensión con capacidad de embaucar, su poder de vuelo radica en las bien tejidas maniobras de engaño, en esa ausencia bien calculada de cabos sueltos, un maestro por encima de los demás que se vale de hacer cumplir los engaños proféticos de epígonos fácilmente manipulables. Dios no creó el mundo en siete días, días manipuló al mundo en esos siete días, se hizo pasar como el principal arquitecto del universo y es allí donde radica toda su fuerza y su principal admiración artística. Bueno, pero si dios es producto de otro mentiroso entonces ese otro mentiroso estará por encima de él dejándolo en un segundo lugar con lo cual podemos concluir que dios sí existe y para dicha nuestra está en plano inferior al humano pues el hombre es el verdadero dios de éste universo incalculables, sí, es el hombre el verdadero gran creador por ser el verdadero gran mentiroso capaz de crear ese otro mentiroso llamado dios, Jehová, yahvé o como queramos. Adorémonos queridos congéneres somos la raza por excelencia sobre la piel negra de éste cúmulo de galaxias llamado universo, adorémonos y brindemos hasta la ebriedad mientras voy vomito al baño el café, el pan y el huevo.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Sólo eso

Cuando las cosas se ponen pesadas lo mejor es recluirse en casa de Felipe. Hoy han llegado más. Algunos vienen armados con navajas otros con fierritos más finos. Mientras tomamos un tinto repasamos la estrategia. Jorge se acerca y me brinda dos pepas raras que me jalo de un solo envío… uffff… se siente y se ve mejor el puto mundo. Alguien comenta de las bajas y crece el rumor de haber perdido más de cuatro. Todos lamentamos la violencia pero gracias a ella podemos vivir, cosas paradójicas pero al fin útiles. Cruzo la puerta que da al comedor y Felipe se acerca, me alcanza con su aliento de humo para decirme tres o cuatro frases poco entendibles, el quemará ha despertado además de los nervios el hambre y la sed y en Felipe las ganas de fumar y fumar. Abro la nevera y sirvo dos vasos de agua helada, le acerco uno a Felipe quien me sigue con su rosario de palabras inteligibles, habla del quemará y me asustan sus ideas. El aire se torna pesado, Jorge acaricia su navaja poniendo su mirada más allá del suelo, veo su rostro sudoroso y los últimos se acercan para hablar con él. No es el mismo de las otras veces, lo sé por su forma de mover las manos mientras las palabras le van saliendo, cuando habla del quemará los ojos se le enconan y las manos no siguen el ritmo de sus pulmones, lo que demuestra una inseguridad antes no vista. Creo que Felipe se ha dado cuenta y me da una palmada en el hombro como queriéndome decir ten calma culicagado. No sé que es más peligroso si la certeza de la muerte o la incertidumbre de sus métodos inesperados. Miro la hora, es la una de la madrugada y el abejorro de voces provenientes de la sala me ponen más nervioso. Muchos comentan que el quemará tendrá una dosis más alta de violencia, que las bajas serán de parte y parte y que su número irá en aumento. Hablo de Mariana conmigo mismo, recorro sus rincones en mi mente y escojo el perfume de su pelo como refugio ante el chubasco de adrenalina que ya empieza a caer torrencialmente sobre todos.

Mariana me ve desde otro lado. Ella es oscura, muy oscura, sobretodo luego del quemará. Suelta su pelo y extiende sus brazos, busco aproximarme, alcanzar la punta de sus dedos pero es lejana su presencia, es lejana su ayuda, son lejanos sus ojos que me miran con dos lágrimas resbalando, con un perfume que se pierde, con un cabello desapareciendo, haciéndose punto impreciso en eso que parece distancia; soy distancia, ella es imposible, el quemará lo ha decidido, no somos más, nadie es más, solo lejanía, solo noche, solo negro, solo eso.

(Imagen de Susana Sil)

martes, 10 de marzo de 2009

Encuentros

Una voz de hojas en
el encuentro
de las líneas
Un murmullo
de puntos
al sostenersen
los besos

Se embriagan
los centros y
coinciden
soles
témpanos
sangre
dientes
uñas
saliva

Sólo faltas tú
para que sea
imperfecto.

viernes, 6 de marzo de 2009

La Angustia de las Almas en Pena (prólogo no oficial)

Confieso que nunca me hubiese gustado convertirme en uno de los tantos personajes con los cuales Carlos Augusto sabe darle respiro y energía a sus cuentos y novelas. Aunque reconozco en él la misma atracción con la cual Cortázar avasallaba al desprevenido lector entre sus huecos de agua que no eran más que un juego fantástico donde el tiempo es transmutado en espacio y el espacio en tiempo, me uniría al clamor popular de las mujeres-personajes-inteligentes que sueñan con un mundo libre de Medinas Reyes, Henries Milleres, Bukowskies y Pereiras.

Efraím Medina Reyes las utiliza en sus novelas para mostrarse más viril, más deseado. Henry Miller recurrió a ellas para romperle las paredes a esa casa de espejos llamada mojigatería. Charles Bukowski descargó en ellas sus más extravagantes sueños eróticos. Carlos Augusto Pereira cruelmente retuerce sus vidas y patea indolente sus destinos: de profesora a puta, de viajante a ladrona, de amante a asesina, de campesina amorosa a espíritu errante, de testigo a víctima, de ávida mujer a lugareña insatisfecha, de esposa deseada a viuda comprometida, de ilusión óptica a evidencia confirmada, de pesadilla inquietante a tragedia ineluctable, de hija abandonada a mujer incestuosa. Es la excusa perfecta para escuchar el grito libertario de las seguidoras del movimiento feminista. Es la excusa perfecta para elevar al pedestal de los mesías el pantalón doble pliegue y las botas vaqueras de la beligerante Florence Thomas, marchar contra el maltrato del personaje femenino en la literatura. ¿Acaso sólo son válidos los derechos de las mujeres con carne y hueso? No, la ficción también debe acatar el mandato constitucional del respeto y el trato digno hacia éstos seres que han sabido engendrar un mundo virtual que también existe.

Terminar ahorcado por “un moñito de seda” no puede ser digno de personaje que se respete, pues o se muere bajo el “viril” rigor de la violencia de un tercero o bajo el andamiaje varonil de explicaciones que justifican al homicida, pero nunca imagino morir por el apretujamiento afeminado de un moñito pintoresco y menos portando un piyama del color y olor de los orines. Esta es una razón más para justificar la pretensión que me ha nacido desde el primer momento que abordé cada uno de los cuentos que hacen parte de La Angustia de las Almas en Pena, pretensión que iré ahondando a lo largo de éste texto que a manera de introducción intentará buscar aliados para ésta “justa” y “noble” causa.

Se necesita ser un personaje carlospereirano de ficción para aducir el infortunado argumento de preferir el cine a tener en cueros, y a entera disposición, el apetecible cuerpecito de la Jennifer López. Me solidarizo con Manuelito, su filósofo de cabecera y levanto mi voz de protesta en defensa de los personajes desposeídos: desposeídos de animalidad y convoco a una gran manifestación en contra de los escritores que atentan contra el libre albedrío de las criaturas de ficción que ellos responsablemente someten a las injusticias de la misma ficción. No imagino malgastar casi más de dos horas de mi lúbrico tiempo con los colores aburridos de un Stanley Kubrick en su Dr. Strangelov, tampoco considero justo desperdiciar las bien torneadas y tonificadas piernas de la López por la trágica historia de Lars Von Trier con su Danzarina en la Oscuridad en el lloriqueante y enmoquecedor papel de la islandesa Björk. Por eso, anteponer al sexo endiablado el fatídico arte, configura otra razón más de justificación a mi pretensión de inaugurar una nueva lucha de clases sin Marx pero conmigo.

Todos somos conscientes que el amor apendeja. Pasar de fiero marinero a nostálgico pescador con un “calzoncito de seda” a manera de paño de lágrimas más que conmover debería incitar a la revuelta. El sonso amor adolescente no solo debería ser extirpado del mundo, también de la literatura, de la ficción. Hay que reclamar una vez más por la dignidad del personaje, rescatarlo del fango inexpugnable donde domina Afrodita: la bobería es sólo de humanos, la tontería el primer escalón, la humanidad el último peldaño: ¡y miren cómo está el mundo! ¡No más Vargas Llosas con sus Rigobertos detenidos por un calzón azuloso entre el tercer y cuarto peldaño de la escalera! ¡No más Carlos Pereiras con Lucayas de marineros apendejados, blandiendo los calzones húmedos de la mujer que nunca regresa!

Ingenuo lector, mi propuesta es que luego de leer a éste autor Piedecuestano con ene años de andar colgado a las palabras de las hojas en blanco y a los gestos de las tablas roídas, se vuelvan válidos los argumentos esgrimidos en los párrafos anteriores y conformemos un sindicato en defensa de los derechos de los Personajes ficticios y en contra de escritores como el de marras ¿Para qué tanta representación trágica si el país que nos toca vivir es el paraíso inevitable donde nada pasa nada llega nadie es todos son? Que nazca el Sindicato Contra Pereirista del Personaje Explotado sin Causa Justificada, por sus iniciales SINCONTRAPEREXCAJU. Propongo como Presidente al alcalde más bruto que haya tenido Piedecuesta, que creo debe ser tarea difícil por la inmensa cantidad. Además, nombrar a la eterna e inmamable Malena como Tesorera, de Revisor Fiscal al burro -inventado por Velandia- que según las malas lenguas parece ser el unicornio azul que se le perdió a Silvio Rodríguez. Si la cuota burocrática alcanza sería inevitable nombrar de Secretario General al bobito Jorge y así organizados luchar por una nueva reivindicación social, una nueva lucha de clases, sin Marx pero conmigo.

martes, 3 de marzo de 2009

Nadie

Muerdo las negras uvas
de la madrugada
Sacudo las migas
del sueño
y almaceno pan
en mi bolsa de cuero
Sobran pedazos
de piel
y construyo con
los escombros
nidos de huesos
cajas de nervios
maletas de pelo
hojas de silencio
Tanteo el ruido
de los grillos
Descubro la rosa
aplicada de
las arañas
Pregunto entre
comas y puntos
Bostezo
entre
sangre y espalda
pero nadie
contesta.
Nadie me acerca
a la orilla
Nadie...
Nadie....

lunes, 2 de marzo de 2009

Paisajes

Mi lengua
desentiende
la voluntad de
los códigos
Prefiere
imaginar
la salada geografía
bajo tu falda
de hojas secas

Mi lengua
más allá
de un bosque
de palabras
Prefiere
descubrir
la dureza coronada
en su atalaya
de leche

Invento otro idioma
con signos de piel
y hambre
Invento otro sonido
con tu lengua
en mis orillas
Espanto letras
muertas
y se dibuja
la lluvia.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Oscuras

Mujer insaciable
cómete mis ojos
mis manos y mi sombra
Arrebátame los barcos
y escapa
sin dejar
huella.

lunes, 23 de febrero de 2009

Entrañable

Me senté a esperar que la mujer llegara. Resbalé un trago largo de aguardiente mientras los vallenatos me volvían estúpido e insensible. El dueño del bar me dice con señas que no demora, lo cual aumenta mi malestar y deseo darle en la geta apenas asome las narices. No hay día que las mujeres maltraten mi gusto por la vida, el mundo sería más cómodo si ellas se limitaran a lo que uno las manda, nada más.

Al fin aparece. Levanta su dedo y me invita a subir. Tomo la cajetilla de cigarros de la mesa, voy tras ella con ganas vampirescas; el deseo ha desplazado la ira. Vuelve a sonar Vicente Fernández y siento que nuevamente se despiertan mis ansias de agarrar al puto mundo a patadas.

Un espejo inmenso en el techo, dos afiches grandes de una actriz porno y otro mediano con Brad Pitt semidesnudo. El olor a salitre es insoportable. La cama de cemento y el colchón de algodón. Veo que las sábanas han sido cambiadas recientemente, me siento satisfecho aunque un poco incómodo. Empiezo a desnudarme mientras ella sigue en el baño. El ventilador mitiga el calor pero su ruido es insoportable. Descubro un roto en mis calzoncillos y una marca penosa. Enciendo la radio y sintonizo algo decente. Alguien llama a la puerta, ella ha pedido servicio a la habitación: seis latas de cervezas bien heladas; destapo la mía y me atraganto con un sorbo profundo.

Ella aún no sale y ya voy por la quinta lata, prefiero acabarme la última antes de tocarle a la puerta. Creo que ella aún no está lista, al menos eso me indica el abrir y cerrar del lavamanos. Malditas viejas, así son siempre, cuando más pronto se las necesita se hacen las pendejas. Héctor Lavoe se escucha magnífico, subo todo el volúmen, me importa un culo la demás gente, cojo el teléfono y marco 09, pido más cerveza.

Me despierto y miro el reloj. El sol con sus hilos de polvo le teje a la habitación un ambiente lastimero. Son las ocho de la mañana y siento martillar desde el sótano de mi cráneo, le salen dientes afilados al último residuo de cerveza en mi vientre, el dolor es intenso y el vómito acelera el espasmo. No soporto más y un líquido viscoso asoma por mi boca, exploto en un mar verde que pela la garganta y me dobla hasta el suelo. Empiezan a salir pelos, pedazos de carne; voy hasta el baño y el vómito no para, una oreja se descuelga de mi baba viscosa, la punta de un dedo gordo se atora entre los dientes, escupo, es el dedo anular de ella, casi me atoro con su anillo de fantasía; luego, su pie derecho por poco me asfixia; una a una cada parte de su cuerpo va saliendo de mis entrañas. Es ella a pedacitos, lo peor, tengo que recogerla para no molestar al dueño del bar.

miércoles, 18 de febrero de 2009

domingo, 15 de febrero de 2009

Mi Primera Vez

A Luis de Azul le encantaba observar el cielo estrellado mientras se masturbaba y pensaba en ella, la misma mujer que desde los trece no le dejaba un instante libre para ocuparse de las cosas normales, propias de un joven a su edad.

Jugar al fútbol, rumbear los viernes en San Peyo, armarle camorra a la patota de la otra esquina, meterle al vicio de lo lindo, chuparle el pico a la cerveza o quizá tirar vagancia entre tanta página porno de Internet o al menos haber intentado una simple charla por el messenger con la pelada más insulsa del colegio hubiera sido un síntoma de su normal estado sicológico en éstos tiempos, aunque nadie descarta el sexo “manual” como la prueba reina de la madurez a los quince, Luis de Azul era una de esas especies raras que todo el mundo evita con la mayor desconfianza y la menor simpatía.

Nadie sabía su verdadera historia.

La gaseosa se había acabado, doña Eva no tenía tiempo para ir a la tienda, a pesar de ser mínimos los invitados a la pequeña reunión, el qué- hacer no era bien poco; los pasabocas, la música, el ponqué y la champaña exigían más de dos manos tan ágiles y prontas como las suyas. Nina quiso ayudar pero si el agasajado colaborara más no tendría por qué importunar a una invitada con los afanes del pequeño convite. Así que, allá encima de la nevera hay unas cuantas monedas, la tienda no ha cerrado, traiga dos gaseosas tres litros que con eso sobra y basta.

Pero sí estaba cerrada. Miró hacia el otro extremo de la calle y se aventuró con la noche y la oscuridad. No había avanzado más de tres cuadras cuando escuchó uno quejidos muy lastimeros. La curiosidad fue más poderosa que el miedo y se aproximó a una casa de puertas verdes y ventanas oxidadas. Un hombre moreno, alto y musculoso blandía un cuchillo, con la otra mano sujetaba a una mujer bajita, rubia, de tez blanca. La mujer luchaba por librarse del alcance del cuchillo, intentaba echar hacia atrás una y otra vez su cuerpo evitando los lances mortales. Era una lucha asimétrica que muy pronto se inclinó a favor del hombre moreno quien logró sujetar ambas manos de la mujer con una sola. Echó su cuerpo sobre la frágil estructura de la rubia, colocó luego una rodilla sobre su garganta y lentamente empezó a asfixiarla controlando los tiempos a manera de tortura.

Los grillos y las ranas se silenciaron dando paso al ruido del cuchillo penetrando la piel templada y hundiéndose en la carne una y otra vez. El vientre agujereado de la mujer develó sin pudor las geografías violáceas de su aparato digestivo. El rostro del hombre estaba dibujado con líneas frías, inexpresivas. La rubia cabellera dio paso a una masa espeluznante de sangre. Luis de Azul empezó a sentirse incómodo, una extraña sensación despertaba entre sus pantalones y un fuego de deseos se hacía líquido, explotaba, llegaba para no dejarle nunca libre. Era su primera vez y el inicio de tantas muertes sospechosas.

martes, 10 de febrero de 2009

Hotel Pekín - Santiago Gamboa

Si bien es la obra más reciente del escritor colombiano Santiago Gamboa, es la que menos me ha impactado. Luego de haber leído Páginas de Vuelta -su ópera prima- Los Impostores y El Síndrome de Ulises -la cual considero, de todas las que me he bebido, la mejor- Hotel Pekín es como esa modorra intelectual con la cual muchos escritores se toman un año sabátido.
Narra la historia de un colombiano, Frank Michalski, residente de los Estados Unidos quien junto con su esposa han soñado toda la vida convertirsen en verdaderos americanos. Frank trabaja para una empresa cuya misión estratégica es la de impulsar las "bondades" neoliberales del capitalismo en tierras socialistas. China es el país elegido, y nadie mejor para Enhancing The Future que éste avergonzado colombiano. Su próvida experiencia ha sido siempre garantía de éxito, una razón más para justificar su distanciamiento atávico, pues en las altas esferas del empresarismo globalizado los colombianos no triunfan, trampean.
En su benemérita misión conoce a Bordewich, un periodista desesperado por atrapar el suceso más inaudito en medio de tanta cotidianidad por él desconocida.
Un empresario chino, alumno de sus agobiantes charlas empresariales, se muestra reticente a sus ideas y a la pérfida intención de abandonar su legado ancestral ubicado en las antípodas de la cultura occidental que hoy amenaza no solo a su país sino a su familia, a su mundo. Li Qiang se convierte en un reto y como arma estratégica empieza a demostrarle un interés casi fraterno que con el paso del tiempo, de las cenas familiares, de los lenitivos paseos al campo, va cambiando su forma de ver el mundo, de valorar las relaciones de familia, de interpretar el pasado.
Finalmente, decide solicitarle a su empresa un año sabático. Descubre la farsa de sus postulados, los cuales consideraba imbatibles y decide darle un nuevo rumbo a su vida, la cual patinaba por rumbos equivocados.

La historia es lineal y por momentos pareciera convertirse en una Ética Empresarial para Amador o en un Derecho a la Ternura Empresarial. Desconoce uno por momentos a ese Santiago Gamboa del Síndrome de Ulises donde apegado a los personajes anti-héroes trata al fracaso no solo como una forma de vida sino también como un estado al cual se desea llegar.
Punto importante es la falta de identidad nacional con la cual el protagonista asume una nueva nacionalidad artificiosa, el odio demostrado hacia un país que huele y sabe a mierda: una afilada arista sicológica de aquellos exiliados que anhelan nunca jamás volver -a diferencia de Ulises-.
Solo espero que Santiago termine pronto su año sabático y nos sorprenda con sus historias llenas de vericuetos, de espinas sicológicas y de álgidos destinos.

viernes, 6 de febrero de 2009

Fugas

La noche se ocultó
detrás del botón de plata
Los cuerpos levantaron
la geografía del deseo
Tu boca rodó con afán
y la calma sobrevino
húmeda
delgada.

martes, 3 de febrero de 2009

sábado, 31 de enero de 2009

Carpe Diem

Aquella noche nos colamos en un bar de rock llamado Carpe Diem. El dueño, de nombre literario Victor Hugo, nos atendió de modo diligente. Llegó la hora de la poesía y la cerveza acompañó el ritual de la palabra, el licor no paraba de manar, el dinero no era problema. Sugerimos apagar la luz y hacernos acompañar de unas cuantas velas. El rock se fue al suspenso y la magia de los versos y el licor comenzaron a hacer efecto. Los pocos clientes se acercaron a la mesa con más curiosidad que gusto, algunos no aceptaban la intempestiva interrupción de "Smells Like Teen Spirit". Avanzó la noche y se hizo necesario partir. Empezamos a deambular por las calles como queriendo emular a los vates malditos de finales del siglo XIX.
El sitio estaba lleno de humo, la música: la de siempre. Las parejas inundaban la pista y otras mujeres ocupaban el lado derecho a la espera de clientes. Nos sentamos y llamamos a dos. Una se acercó y le presentamos a Camilo, ella desafiante le plasmó un beso en la boca, tal vez esa pose de niño indefenso la motivó muy a pesar de su gabán beis y sus gafas de intelectual. Le dijimos que hiciera algo por él y rápidamente subió el pie derecho sobre la silla, casi oprimiéndole el miembro. Llevó su mano izquierda bajo la mini, corrió su calzón y metión en su vagina el cigarrillo que llevaba en la otra mano. Lo introdujo para volverlo a sacar y colocárselo en la boca a Camilo quien resistió asqueado por más que intentamos convencerlo con el ejemplo que le dábamos. Fuimos al baño e intercambiamos dos toques de perica bajo la sospecha de la mujer. Pedimos otras cervezas y luego dedicimos partir. Estuvimos deambulando casi una hora. Llegamos a otro bar, le dije a Alonso que le pagara a la puta por adelantado. Me la llevé a la pieza y no se me paró, el licor y la droga estaban haciendo mella, le dije que me lo chupara pero asustada se negó, tal vez empezó a verme cara de depravado, cosa bien extraña en una gordeta acostumbrada a las desbraguetadas de cualquier camionero.
Continuamos caminando y llegamos a la quince, nos encontramos una pareja de desechables. Alonso los abordó preguntando por más perica, ellos a cambio nos pedían un sorbo de ron; les dijimos que no y empezaron a amenazarnos. Nos arrebataron la botella y le hicieron un corte a Alonso en la cara y otro en el vientre, al ver la sangre Camilo cruzó al otro lado de la vía, paró un taxi el cual en un principio se negó a llevarnos al ver la sangre. Alonso intentaba devolverse a pelear, tuvimos que meterlo casi a la fuerza. Entramos a Urgencias y allí nos despedimos, eran las seis y media de la mañana, había que ir a trabajar en la tarde y un médico amigo de Alonso se haría cargo de él. Al despedirme de Camilo había olvidado decirle que en la noche me llevara a la casa el libro de poesía con las gacetas de la tertulia.

lunes, 26 de enero de 2009

La Poesía de Karoll Lyseth Cuevas Mendoza

Por: Carlos Augusto Pereyra Martínez y Juan Francisco Remolina Caviedes

Es imaginable el ambiente oscuro, taciturno, romántico y desconsolado desde donde los versos de Karoll Lyseth se tejen y destejen, buscando, contradictoriamente, la luz que lleve a mejor destino la erótica en ciernes de su poesía y el lenitivo para el amargo desamor que aún persiste en sus honduras. Es necesario descifrar su código de besos, su laberinto de abrazos, para encontrar en su lírica la carnadura de un alma que aspira a ser cuerpo y la evanescencia de un cuerpo que promete misticismo. Participar de su poesía es asistir a una lucha de labios, de cuerpos bajo sábanas; es asistir al eterno ritual de los despellejados por amor, cuya mezcla de lágrimas y sangre nos recuerda que somos unos eternos mortales.

La poesía de Karoll es de encuentros y desencuentros, pero pesan más lo últimos. Sus versos son costas de naufragios. El amor es una mueca, un gesto que arruga el alma, porque son más las ausencias, un asir la nada, humo donde se quiere atrapar el deseo, la caricia, la respuesta a la piel inflada en la ansiedad del goce, la fruición del beso, y sólo responde el aire hueco, sin fragancias. Los recuerdos vienen vacíos, cuencas sin ojos, caricias donde la lenidad del roce, se transforma en un lija que lastima los poros, y sabe a dolor.

Rompen las ráfagas frente a mi pecho

como distrayendo sus tirones

para atraparte finalmente

entre sus frías y blancas manos.

El viento se desliza por entre mis cabellos,

se cae con fuerza tras golpearse contra mis alas,

se estrella contra mis pechos erguidos

para dibujar caminos

que desembocarán sobre mis pies desnudos.

El llanto de las almas

pretenderá inundar tus oídos

hasta apoderarse de tu cerebro.

Pero no te angusties,

yo estaré allí para tí,

cual diosa guerrera te defenderé

y con mis pechos te alimentaré

Y aunque la blanca dama

cumpla un día, contigo su faena,

nadie sabrá hasta que la partida sea

si entre los dos, eres tú, su primer tarea.


domingo, 25 de enero de 2009

Deambulando

Hoy domingo. Un día tan insoportable como cualquier festivo que seguido acompaña una noche de bohemia de tragos y de excesos. Salgo a caminar sin destino, simplemente ahuyentado por tanto desprecio hacia los demás, y no sé si también hacia mí mismo. Decido hacerme acompañar de mi navaja.
Doy vuelta a la esquina y me recibe el mismo pordiosero de siempre, un llamado "deshechable" social que al verme se acerca a pedirme una moneda. Con el argumento de "no es pa' malos vicios, profe, sino pa' comer alguito" me adelanta su mano con su desproporcionada sonrisa. Su olor es apestoso. Contengo un poco mi respiración, hago maña y descubro mi navaja. El mendigo se asusta un poco, retrocede y "qué le pasa mi ñerito, no problem parce, no me dé nada sino quiere" y lo persigo y a mitad de cuadra descargo sobre su espalda dos lancetazos que lo dejan tirado en plena 22 en medio de un charco de sangre. No siento lástima y sigo despacio, lento, ojalá me persiguiera la gente, ojalá me persiguiera un policía.
La mañana solitaria, la gente apenas despierta. Necesito limpiar mis manos, la sangre es escándalo siempre. La tienda ya está abierta y la señora de apariencia bonachona acepta con recelo mi educada petición. Doy vuelta al mostrador y encuentro el orinal. Descargo mi vegija mientras escucho la voz temblorosa de la maldita vieja describiendo el color de mi pantalón, de mi camisa; no es difícil deducir quién está del otro lado de la línea. De un salto me coloco detrás de ella, coloco mi navaja a la altura de su cuello y, convirtiendo su voz achillonada en un ronquido, abro una fuente roja de un solo tajo. Es divertido matar, asesinar se siente bien: la sangre corriendo, los ojos saltones, el grito perdido, la angustia atorada y el dolor que se siente. Es el derecho de nosotros los supremos sobre los malditos parias que el mundo debe eliminar.

jueves, 22 de enero de 2009

miércoles, 21 de enero de 2009

El insomnio picotea

Hace más de una hora que he perdido el sueño. Luego de tanto dar vueltas y vueltas en la cama decido levantarme. La nevera siempre es mi refugio luego de haber espantado el sueño. Un vaso de limonada y una mordida de pan para espantar el ardor en el estómago que ha empezado a tomar partido de éste descontrol biológico que lleva persiguiéndome más de veinticinco años. Las ojeras comienzan a hacerse más oscuras, me asomo con un poco de miedo a esa ventana de reflejos llamada espejo y compruebo lo mismo de cada mañana, de cada noche, de cada tarde: soy una mueca mal afeitada. Con un poco de resignación y con el vaso helado de limonada en las manos me asomo al pequeño patio de ropas a contemplar la luna o al menos a escuchar y a sentir los respiros de la noche. No hay luna, pero hay grillos, pitidos a lo lejos y madrazos en ocaso. Me siento en el suelo frío y tomo dos tragos largos que me saben a limón fermentado. Pronuncio las vocales para romper el silencio que ha empezado a posesionarse de éste espacio respirable pero casi inhabitable llamado existencia. Voy pensando en la mentira del mañana y en la precisa sonrisa fingida con la cual acompañar los buenos días ante el saludo de la gente, de las personas arrogantes y de aquellos y aquellas que no resisto tan siquiera mirar. La mañana vendrá con sus seres horripilantes y sus costumbres disfrazadas, me bañaré, cepillaré mis dientes, ocultaré el mal aliento para ser aceptado, pero algún día me cansaré de tanta hipocrecía, evitaré bañarme, comeré cebolla, andaré sin medias, llevaré sin lavar mis calzoncillos y pantalón, escupiré cada dos pasos e insultaré en lugar de saludar. Seré un nuevo hombre: El Super Hombre Zaratustra.

Rememorando en despedida

Fuente: Fotos de Facebook Carlos Mantilla y Odilio Blanco fueron compañeros de colegio y, para nuestro dolor e infortunio, víctimas mortales...