martes, 31 de marzo de 2009

Jugo de lunas

En tus muslos he sembrado
el musgo que escondo
en la punta de los dedos
Tomaré del tiempo
su lluvia lenta
esperando
juntar
tus aguas bravas
con mi bullicio vegetal
Morderé ardiente
tu botón de deseos
estallarán mil soles
bajo tu abrigo de lunas
cubriendo otoños
con cartas sin letras
agujereando inviernos
en la ventana
remplazando primavera
por sed de marzo
desviando los trenes
con un quejido
Para luego ir ocultando
el desorden de estaciones
junto al baúl del taxi
y entre el reloj de las seis.

lunes, 30 de marzo de 2009

A la manera de Omaira


Empecé a desvestirme sin prisa. El reloj marcaba las once de la noche. Había terminado el turno del martes con una tristeza espantosa. Mis compañeros no pudieron seguir ocultándome la trágica noticia que durante una semana hábilmente protegieron detrás de puertas, entre idas al baño y bajo mesas de trabajo, o tal vez nunca quise verdaderamente prestarles atención. Jorge, en un descuido inusual de su lengua, lo había dicho; en ese momento no me importaba nada de lo que hablaban pues era Omaira quien tomaba por asalto el patio trasero de mis preocupaciones y solo dos o tres frases, como apestosas cucarachas, se colaron entre la alcantarilla de mis malos pensamientos, no pararon de revoletear ese día y parte del siguiente.

Omaira se veía divina, a pesar de sus kilos de más había aprendido a besarla y a meneármela sin desdén. El chaquetón negro le sentaba de perlas, llevaba un color hermoso en sus labios que me aceleraba las ganas de chuparle esa jeta en plena calle. El pelo recogido con una moña blanca y sus dos pendientes plateados le daban un toque especial a su cara redonda. Tomamos un taxi porque empezaba a llover. Aquella tarde la ciudad eructaba y apestaba como nunca, me sentía vivir en el mismo culo del mundo, así que sin más miramientos estaba decidido a todo con aquella masa de colesterol arreglada y perfumada para mí. Yo era el máximo conquistador de la provincia más pobre del Nuevo Reino de los Testículos de Jehová. Bajamos del taxi y ella pagó con un billete grande, la cosa pintaba bien. Un hombrecito verde, con cara de chancro, nos llevó por un estrecho pasillo, luego doblamos hacia la ventanilla del recibidor donde una voz enratonada nos atendió tras un vidrio polarizado. Nos sentamos a esperar en una sala pequeña tal como la voz había indicado. Otras dos parejas vigilaban pacientes su turno. La noche comenzaba con un afán libidinoso que como nunca –creo yo- hayan experimentado los dueños de bares, residencias, moteles y demás antros de placer y vendimia corporal. Mientras Omaira se

ajustaba las tetas pasé revista a los cuatro rostros que se plegaban ansiosos y apenados, esquivando el contacto visual ante el miedo de ser reconocidos: tal vez la vecina, tal vez el vecino, de pronto el tendero o el amigo del marido, o la amiga de la esposa; la mujer del frente con sus mechones de colores, su labial rojo y el camisón trasparente me mostraba las pechugas detrás de un sostén también transparente; la otra, que llevaba un traje enterizo color gris, buscando ocultar con elegancia sus afanes terrenales, mostraba un estrato superior y costumbres refinadas; esa manera calmada de ocultar los nervios, el suave movimiento de rodillas dejaban entrever no solo clase, también experiencia en el sano oficio de moteliar los viernes. Para describir a los tipos es suficiente con decir que tenían más pinta dos choferes de camión con palillo entre dientes y pecueca fermentada. Afortunadamente tres habitaciones fueron desocupadas a la vez. La voz nos indicó que mientras llegábamos al cuarto piso las empleadas se encargarían del asunto higiénico. Reclamamos marcialmente las llaves y con una palmada en las nalgas Omaira me motivó a tomar el ascensor. Adentro solo mirábamos los números, el olor a perfume barato por poco me hace vomitar. Buscamos la habitación 412 que estaba al final del pasillo. Una bocanada de límpido y ambientador barato nos recibió al abrir la puerta. Mi verga comenzó a cosquillear, sabía que vendría en mi auxilio, como cualquier Batman, Chapulín o superhéroe enmascarado, así Omaira fuera la más fea gorda de éste podrido planeta.

Omaira había desaparecido por completo de mi vida. No sabía las razones. Llevaba una semana sin saber de ella, tiempo suficiente para darme por vencido y adoptar la idea del abandono. Mil y mil cosas vivía preguntándome, ninguna con respuestas aceptables. Empecé a asistir a los cultos de la iglesia que ella solía frecuentar de lunes a jueves. Salón Del Reino De Los Testigos de Jehová. Un letrero extravagante y chabacano que más de una vez me provocó vomitar, agarrar por el culo al pastor y a la pastora, patearle en la geta al ujier y robarme el diezmo que ellos también robaban.

–No, no ha venido hace más de una semana –le escuché decir al pastor cuando una señora bajita, de tez blanca y cabello ensortijado había preguntado por Omaira, sí, ella, la misma que enseñaba en la escuela dominical. Algo muy raro, ella es muy puntual con su asistencia y su diezmo –había dicho mientras relamía su bigote untado de leche y migas de pan.
Solo pensando en dinero, malditos perros, juegan a ser salvadores del mundo a cambio de billetes y monedas. Me doy vuelta sin despedirme, le doy una patada a la puerta y salgo con el demonio por dentro.

Mientras preparo la comida el televisor eructa los últimos asesinatos, robos y violaciones del día. Los martes se tornan aburridos y deliciosamente lastimeros. Tomo una cerveza y olvido por unos instantes el comentario de Jorge. Mi cabeza no está para tanta mierda, apago el televisor, me dejo habitar por el perfumado silencio que ventila la espesa cabellera de la noche. Ahora, además de Omaira era Jorge, las palabras de Jorge, el cómplice movimiento de ojos, los ritmos intempestivos de las manos, de los brazos, Jorge insistiendo como puta desparchada, ajeno a las necesarias discreciones, incapaz de interpretar mi llegada como el detonante del gris disimulo. Desabrocho mi ropa y me entrego desnudo a la brisa que se cuela por la ventana, siento el hervir helado de la cerveza en mi garganta explotando en universos burbujeantes de placer transitando desde lo amargo, lo sutil y delgado hasta lo inconmensurable, dejando sembrada su huella de inconsciencia por cada uno de los surcos del cerebro. Es una entrega lenta, deliciosa, que me deja liviano como pluma y me acerca sin prisa a fronteras algodonadas y silenciosas donde todo vale, nada pesa, todo llega, solo existo. Es extraña la ausencia de hambre como extraño el peso de la conciencia a pesar de las quince latas de cerveza. Tal vez haya logrado traspasar las fronteras hacia una nueva dimensión y esté coronado por un tipo nuevo de existencia donde el mundo es más blando y los tiempos invertidos me hayan devuelto a aquella habitación, a Omaira temblando en algún rincón, sollozando con el rostro cubierto; completamente desnuda mientras sus gordos se descuelgan como horripilantes bolsas de grasa a lado y lado, por delante, por detrás: un monumento de celulitis y estrías; unos senos perdidos en su desproporción. Gritando por favor no más, soy suya pero no de esa manera, por favor y yo blandiendo la hebilla de mi correa, descargando uno, dos y hasta tres golpes sobre su espalda, sobre sus brazos, buscando su rostro; observando asomarse entre sus piernas ese horrendo molusco de pelos y carne, interpretándose el asco en más golpes, más correazos,

más fuertes jaloneos de cabello que me dejan exánime, rendido, tendido en la cama y Omaira ésta vez encima, devolviéndome uno a uno cada golpe, cada arañazo, cada patada, cada corte de piel, mientras galopa sobre mi sexo siento su grasa resbalar hasta bañarme completamente, abofetea fuerte pero no siento, solo el lento deslizar de la manteca que su piel exhala, el lento discurrir de su tiempo sobre el mío, su forma desproporcionada de respirar semejante a un volcán violento a punto de hacer erupción. Omaira golpea más, sí, cada vez con más violencia, creo perderme en ráfagas oscuras de placer y no sé si dolor, soy ajeno al presente y la bruma es espesa como espeso el sudor de Omaira, siento su sexo succionándome y me envuelve y me cubre y me traga y ya estoy dentro de Omaira, creo estar dentro de ella luego de ser succionado por la fuerza poderosa de su peludo molusco. Aquí no hay tiempo, es un fluir lento del espacio, es un transcurrir silencioso, hay mucha paz, demasiado descanso, nada me duele, solo siento leves punzadas por todo el cuerpo que recorro como haciendo inventario del pasado en mi memoria. Ahora entiendo las palabras de Jorge, su manera tangencial para hacer referencia a un pasado donde yo estuve, donde el espacio recortaba mi existencia y ocupada un lugar en el mundo de ellos, un pasado lleno de intersecciones humanas y blandas monotonías; un pasado extraño para mí, con aristas circulares de difícil interpretación. Un pasado a la manera de Omaira.

(Imagenes encontradas en las siguientes direcciones:
http://www.profundaoscuridad.blogspot.com/
http://blog.pucp.edu.pe/archive/773/2007-12 (Gorda de Botero)
http://dosninyos.lacoctelera.net/posts/index/2)

viernes, 27 de marzo de 2009

Itinerarios

Regreso entre humo
café y silencio
Levanto un diálogo
de ojos con la noche
Uso el alfabeto de
los puntos amarillos
con acentos de otro mundo
con fonema invertidos
y grafías invisibles
Las formas son el bosque
de los cuadrados hambrientos
Las figuras son la mueca
de las sombras contra el suelo
El país del hielo levanta
empalizadas bajo el pie izquierdo
Es hora de alistar las armas
e invadir territorio ajeno
Intaré reirme
para evadir sospechas
Mientras mi cuerpo espera
al otro lado ya herido.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Rascadas asesinas

Comenzaré por decir que fue un miércoles, tipo ocho de la mañana, la resaca comenzaba, me esculcaba empeloto como buscando rastros de borrachera por algún lugar secreto del pellejo cuando de repente un piquetico tan chiquitico a la altura de la tetilla izquierda que sino hubiese sido por la hijuemadre rasquiña no habría caído en cuenta.

Al principio le resté importancia. Busqué los calzoncillos del día anterior al borde de la cama, salí al comedor, abrí la nevera y como lo único que en verdad me interesaba era ahogar la maldita sed y apagar el dolor de cabeza, tuve que levantarme más de tres veces para beberme la jarrada de agua helada, completica, con acetominofén por vez. En una de las vaciadas de vejiga regresé al espejo a repetir el ritual de las ojeras, de la lengua blanca, de la calva incipiente, de los dientes amarillos y de nuevo la rasquiña y el piquetico creciendo al tamaño de una lenteja. Comienzo a inquietarme y a medida que rasco y rasco el piquetico deviene en piquete, el piquete en rotico y el rotico en roto. Por el roto que sigue rascando empiezo a ver la carne viva, no sangra, es raro, pero una sensación de hambre se le despierta a las uñas que exacerbadas comienzan a escabar una, dos, tres y de vuelta tres, dos y una vez más. A cambio de tetilla se abre un pocito de luz a mis entrañas con enredaderas chiquititas de venitas y vasitos, verdes, rojos y rosados; los músculos pueden verse y algo blanco empieza a asomarse entre tímidos jirones de fibra, de nervios, de sangre detenida. Suena el celular, no contesto, no me da la gana, solo hay voluntad para el agua y para rascarme, rascarme es un placer al cual me había negado en ocasiones por etiqueta pues nadie puede evitar que la comezón se levante entre nalgas o en entrepierna, pero muchos sí prohiben en acato al protocolo de la hipócrita apariencia la uña deliciosa entre el culo o los cojones, o siendo más explícitos y menos vergonzosos decir que es la punta del pájaro la que alimenta las delicias de la uña y nos entrega a la excitación del maravilloso comezón genital.

Puedo ver mis intestinos, el estómago trabajando muy a pesar de la escasa materia prima, luego de la borrachera es prohibido comer, por eso veo el movimiento casi estático de esa bolsa gris llena de ácidos digestivos. Nunca pensé que fuera tan maravilloso poder observarse uno mismo las entrañas, esa masa viviente de tripas, hígado, páncreas, corazón y riñones que siguen picando y la uña sigue escarbando con un hambre exagerada de carne y más carne, de hueso y cartílagos. Rasco entre intestinos y sus paredes se destruyen, hiedo a mierda, perdón, estoy hecho de mierda, el hombre es una masa pestilente de mierda; el hígado me rasca, los riñones me rascan, les doy lo que se merecen: uña, más uña; una y otra vez.

Regreso al ritual del espejo y solo veo mis ojos, lo demás nada, entones el derecho me empieza a rascar y siento un placer en un lugar donde debía haber uñas pero solo hay vacío, no hay carne, solo un hueco profundo donde alguna vez ocupó espacio lo que antes fue cuerpo, ahora solo nada.

martes, 24 de marzo de 2009

Dios y el café

Mientras me servía el huevo el pan y el café se me vino la valiente idea de pensar en dios, jehová o yahvé como el hijo mentiroso de la historia humana por ser el gran producto de su propio dios: el hombre. Bueno, pensarán algunos, no será dios el gran mentiroso, será entonces su inventor, pero no, ya que el espíritu santo iluminándome a la hora del huevo el pan y el café me lo ha contado todo con pelos en las señales y señales en el pelo, tendré que denunciar ante los entes competentes el abuso de tanta coma punto seguido y aparte en ese primer capítulo, de la cacareada santa biblia, llamado génesis. La madre de toda la creación, de los seres que nos rodean, asfixian, atraen, condenan y hasta enamoran es la delicada mentira, sí señores, escuchen bien, la mentira es el arte del cual dios se ha servido para hacer de su propia creación el mundo que nos contiene. Dios ha posado de ser el mayor mentiroso del mundo, ya que la verdad no requiere imaginación, la verdad es parca, lineal, aburridamente monógama, es un solo nivel en la escala del pensamiento creativo, si dios es el gran creador se convierte así en el gran mentiroso. La mentira adquiere alto valor cuando pasa soterradamente como verdad ante tanto auditorio abarrotado ya sea de expertos o de ciegos creyentes. Un mentiroso vale más que un predicador de la verdad, el mentiroso desarrolla altas capacidades mentales pues es necesario crear nuevas sinapsis entre neuronas con el fin de tejer astutamente cada hilo, cada rama fibrosa sobre la cual atrapar la imbécil ingenuidad humana. Todo escritor, poeta, cantante o artista de alto vuelo es un mentiroso nato, un ser de otra dimensión con capacidad de embaucar, su poder de vuelo radica en las bien tejidas maniobras de engaño, en esa ausencia bien calculada de cabos sueltos, un maestro por encima de los demás que se vale de hacer cumplir los engaños proféticos de epígonos fácilmente manipulables. Dios no creó el mundo en siete días, días manipuló al mundo en esos siete días, se hizo pasar como el principal arquitecto del universo y es allí donde radica toda su fuerza y su principal admiración artística. Bueno, pero si dios es producto de otro mentiroso entonces ese otro mentiroso estará por encima de él dejándolo en un segundo lugar con lo cual podemos concluir que dios sí existe y para dicha nuestra está en plano inferior al humano pues el hombre es el verdadero dios de éste universo incalculables, sí, es el hombre el verdadero gran creador por ser el verdadero gran mentiroso capaz de crear ese otro mentiroso llamado dios, Jehová, yahvé o como queramos. Adorémonos queridos congéneres somos la raza por excelencia sobre la piel negra de éste cúmulo de galaxias llamado universo, adorémonos y brindemos hasta la ebriedad mientras voy vomito al baño el café, el pan y el huevo.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Sólo eso

Cuando las cosas se ponen pesadas lo mejor es recluirse en casa de Felipe. Hoy han llegado más. Algunos vienen armados con navajas otros con fierritos más finos. Mientras tomamos un tinto repasamos la estrategia. Jorge se acerca y me brinda dos pepas raras que me jalo de un solo envío… uffff… se siente y se ve mejor el puto mundo. Alguien comenta de las bajas y crece el rumor de haber perdido más de cuatro. Todos lamentamos la violencia pero gracias a ella podemos vivir, cosas paradójicas pero al fin útiles. Cruzo la puerta que da al comedor y Felipe se acerca, me alcanza con su aliento de humo para decirme tres o cuatro frases poco entendibles, el quemará ha despertado además de los nervios el hambre y la sed y en Felipe las ganas de fumar y fumar. Abro la nevera y sirvo dos vasos de agua helada, le acerco uno a Felipe quien me sigue con su rosario de palabras inteligibles, habla del quemará y me asustan sus ideas. El aire se torna pesado, Jorge acaricia su navaja poniendo su mirada más allá del suelo, veo su rostro sudoroso y los últimos se acercan para hablar con él. No es el mismo de las otras veces, lo sé por su forma de mover las manos mientras las palabras le van saliendo, cuando habla del quemará los ojos se le enconan y las manos no siguen el ritmo de sus pulmones, lo que demuestra una inseguridad antes no vista. Creo que Felipe se ha dado cuenta y me da una palmada en el hombro como queriéndome decir ten calma culicagado. No sé que es más peligroso si la certeza de la muerte o la incertidumbre de sus métodos inesperados. Miro la hora, es la una de la madrugada y el abejorro de voces provenientes de la sala me ponen más nervioso. Muchos comentan que el quemará tendrá una dosis más alta de violencia, que las bajas serán de parte y parte y que su número irá en aumento. Hablo de Mariana conmigo mismo, recorro sus rincones en mi mente y escojo el perfume de su pelo como refugio ante el chubasco de adrenalina que ya empieza a caer torrencialmente sobre todos.

Mariana me ve desde otro lado. Ella es oscura, muy oscura, sobretodo luego del quemará. Suelta su pelo y extiende sus brazos, busco aproximarme, alcanzar la punta de sus dedos pero es lejana su presencia, es lejana su ayuda, son lejanos sus ojos que me miran con dos lágrimas resbalando, con un perfume que se pierde, con un cabello desapareciendo, haciéndose punto impreciso en eso que parece distancia; soy distancia, ella es imposible, el quemará lo ha decidido, no somos más, nadie es más, solo lejanía, solo noche, solo negro, solo eso.

(Imagen de Susana Sil)

martes, 10 de marzo de 2009

Encuentros

Una voz de hojas en
el encuentro
de las líneas
Un murmullo
de puntos
al sostenersen
los besos

Se embriagan
los centros y
coinciden
soles
témpanos
sangre
dientes
uñas
saliva

Sólo faltas tú
para que sea
imperfecto.

viernes, 6 de marzo de 2009

La Angustia de las Almas en Pena (prólogo no oficial)

Confieso que nunca me hubiese gustado convertirme en uno de los tantos personajes con los cuales Carlos Augusto sabe darle respiro y energía a sus cuentos y novelas. Aunque reconozco en él la misma atracción con la cual Cortázar avasallaba al desprevenido lector entre sus huecos de agua que no eran más que un juego fantástico donde el tiempo es transmutado en espacio y el espacio en tiempo, me uniría al clamor popular de las mujeres-personajes-inteligentes que sueñan con un mundo libre de Medinas Reyes, Henries Milleres, Bukowskies y Pereiras.

Efraím Medina Reyes las utiliza en sus novelas para mostrarse más viril, más deseado. Henry Miller recurrió a ellas para romperle las paredes a esa casa de espejos llamada mojigatería. Charles Bukowski descargó en ellas sus más extravagantes sueños eróticos. Carlos Augusto Pereira cruelmente retuerce sus vidas y patea indolente sus destinos: de profesora a puta, de viajante a ladrona, de amante a asesina, de campesina amorosa a espíritu errante, de testigo a víctima, de ávida mujer a lugareña insatisfecha, de esposa deseada a viuda comprometida, de ilusión óptica a evidencia confirmada, de pesadilla inquietante a tragedia ineluctable, de hija abandonada a mujer incestuosa. Es la excusa perfecta para escuchar el grito libertario de las seguidoras del movimiento feminista. Es la excusa perfecta para elevar al pedestal de los mesías el pantalón doble pliegue y las botas vaqueras de la beligerante Florence Thomas, marchar contra el maltrato del personaje femenino en la literatura. ¿Acaso sólo son válidos los derechos de las mujeres con carne y hueso? No, la ficción también debe acatar el mandato constitucional del respeto y el trato digno hacia éstos seres que han sabido engendrar un mundo virtual que también existe.

Terminar ahorcado por “un moñito de seda” no puede ser digno de personaje que se respete, pues o se muere bajo el “viril” rigor de la violencia de un tercero o bajo el andamiaje varonil de explicaciones que justifican al homicida, pero nunca imagino morir por el apretujamiento afeminado de un moñito pintoresco y menos portando un piyama del color y olor de los orines. Esta es una razón más para justificar la pretensión que me ha nacido desde el primer momento que abordé cada uno de los cuentos que hacen parte de La Angustia de las Almas en Pena, pretensión que iré ahondando a lo largo de éste texto que a manera de introducción intentará buscar aliados para ésta “justa” y “noble” causa.

Se necesita ser un personaje carlospereirano de ficción para aducir el infortunado argumento de preferir el cine a tener en cueros, y a entera disposición, el apetecible cuerpecito de la Jennifer López. Me solidarizo con Manuelito, su filósofo de cabecera y levanto mi voz de protesta en defensa de los personajes desposeídos: desposeídos de animalidad y convoco a una gran manifestación en contra de los escritores que atentan contra el libre albedrío de las criaturas de ficción que ellos responsablemente someten a las injusticias de la misma ficción. No imagino malgastar casi más de dos horas de mi lúbrico tiempo con los colores aburridos de un Stanley Kubrick en su Dr. Strangelov, tampoco considero justo desperdiciar las bien torneadas y tonificadas piernas de la López por la trágica historia de Lars Von Trier con su Danzarina en la Oscuridad en el lloriqueante y enmoquecedor papel de la islandesa Björk. Por eso, anteponer al sexo endiablado el fatídico arte, configura otra razón más de justificación a mi pretensión de inaugurar una nueva lucha de clases sin Marx pero conmigo.

Todos somos conscientes que el amor apendeja. Pasar de fiero marinero a nostálgico pescador con un “calzoncito de seda” a manera de paño de lágrimas más que conmover debería incitar a la revuelta. El sonso amor adolescente no solo debería ser extirpado del mundo, también de la literatura, de la ficción. Hay que reclamar una vez más por la dignidad del personaje, rescatarlo del fango inexpugnable donde domina Afrodita: la bobería es sólo de humanos, la tontería el primer escalón, la humanidad el último peldaño: ¡y miren cómo está el mundo! ¡No más Vargas Llosas con sus Rigobertos detenidos por un calzón azuloso entre el tercer y cuarto peldaño de la escalera! ¡No más Carlos Pereiras con Lucayas de marineros apendejados, blandiendo los calzones húmedos de la mujer que nunca regresa!

Ingenuo lector, mi propuesta es que luego de leer a éste autor Piedecuestano con ene años de andar colgado a las palabras de las hojas en blanco y a los gestos de las tablas roídas, se vuelvan válidos los argumentos esgrimidos en los párrafos anteriores y conformemos un sindicato en defensa de los derechos de los Personajes ficticios y en contra de escritores como el de marras ¿Para qué tanta representación trágica si el país que nos toca vivir es el paraíso inevitable donde nada pasa nada llega nadie es todos son? Que nazca el Sindicato Contra Pereirista del Personaje Explotado sin Causa Justificada, por sus iniciales SINCONTRAPEREXCAJU. Propongo como Presidente al alcalde más bruto que haya tenido Piedecuesta, que creo debe ser tarea difícil por la inmensa cantidad. Además, nombrar a la eterna e inmamable Malena como Tesorera, de Revisor Fiscal al burro -inventado por Velandia- que según las malas lenguas parece ser el unicornio azul que se le perdió a Silvio Rodríguez. Si la cuota burocrática alcanza sería inevitable nombrar de Secretario General al bobito Jorge y así organizados luchar por una nueva reivindicación social, una nueva lucha de clases, sin Marx pero conmigo.

martes, 3 de marzo de 2009

Nadie

Muerdo las negras uvas
de la madrugada
Sacudo las migas
del sueño
y almaceno pan
en mi bolsa de cuero
Sobran pedazos
de piel
y construyo con
los escombros
nidos de huesos
cajas de nervios
maletas de pelo
hojas de silencio
Tanteo el ruido
de los grillos
Descubro la rosa
aplicada de
las arañas
Pregunto entre
comas y puntos
Bostezo
entre
sangre y espalda
pero nadie
contesta.
Nadie me acerca
a la orilla
Nadie...
Nadie....

lunes, 2 de marzo de 2009

Paisajes

Mi lengua
desentiende
la voluntad de
los códigos
Prefiere
imaginar
la salada geografía
bajo tu falda
de hojas secas

Mi lengua
más allá
de un bosque
de palabras
Prefiere
descubrir
la dureza coronada
en su atalaya
de leche

Invento otro idioma
con signos de piel
y hambre
Invento otro sonido
con tu lengua
en mis orillas
Espanto letras
muertas
y se dibuja
la lluvia.

Rememorando en despedida

Fuente: Fotos de Facebook Carlos Mantilla y Odilio Blanco fueron compañeros de colegio y, para nuestro dolor e infortunio, víctimas mortales...