Nadie imaginaba que los poros de una piel
Dejaran indefensas ventanas del alma.
Y es que de tanto someterse a la molicie
De un poema: la tortura de sentir
Fue perdiendo la frontera de su cuerpo.
Se dice que antes de nacer
Estaba destinado a vender su alma
En mercado de leprosos.
Tal vez con la intención
De remendar con cicatrices
Abismos en los cuerpos o abismos en las nadas
A cambio de monedas sumergidas
En el fondo del aljibe.
Nadie imaginaba que las sombras
Fuesen mercancía de poca monta
Ni mucho menos pensar que en las plazas
-donde habitaba el silencio-
también se ofreciera en venta
la tortura de las manos.
Por eso Luis de Azul
Aún camina en un país de otros
Imaginando que otros pueblan
El mercado de su alma.
sábado, 23 de abril de 2005
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