Le dijimos a la mañana
que la noche era una hechicera de pueblo
Servimos la endiablada voz del despertador
en una taza de café
La calle eructaba petróleo
Y como salidos del abismo
mil rostros ocuparon el vacío del andén
Comenzamos a morder el reloj
para evitar nos diera alcance
Pero no tuvimos en cuenta que
la hora es como una guitarra
donde los hombres necesitan ser rasgados
para encontrar uno a uno sus silencios
Es tarde lo que se pega a los dedos
cuando se asoma a la ventana
con la intención de darse alcance en un poema
Tal vez estaremos trazando el mapa
de las calaveras sin dueño
sin preguntar quién duerme
cuando se apaguen los días.
martes, 19 de mayo de 2009
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2 comentarios:
Pacho, en ese tono críptico y existencial, para analizar desde lo profundo. Parce, saludos.
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