Esperaba sentado una herida en el pecho
Mientras las líneas de mis manos palidecían
Y la noche con su densa cabellera... temblaba;
Me detenía en cada silencio plateado
Madurando las negras agujas de mis ojos.
Un beso frío de navaja goteaba en la piel
El reloj era una mancha de miedo respirando a mis oídos
Mientras las manos se perdían entre los bolsillos rotos del pantalón
Era helado el aliento de los segundos que cruzaban
Como duendes endemoniados la habitación;
Sonreía ante tanto húmedo vacío que me recordaba
Un pasado, una piel, y una rosa coagulada en la comisura del alma;
La muerte tomaba café, fumaba un largo cigarro junto a mis huesos
Disfrutaba del vino de mi ansiedad
El cual bebía a grandes sorbos
Al ritmo de una negra danza palenquera
Bailada por los ágiles demonios de la noche.
Cuando paren los tambores y los pies se cubran de cartón
Estaré sentado al otro lado de la piel
Sonriendo acalorado por las velas
Llamaré a la puerta
Entraré desnudo
Vestiré de negro
Y seguiré muriendo.
sábado, 21 de mayo de 2005
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