miércoles, 18 de marzo de 2009

Sólo eso

Cuando las cosas se ponen pesadas lo mejor es recluirse en casa de Felipe. Hoy han llegado más. Algunos vienen armados con navajas otros con fierritos más finos. Mientras tomamos un tinto repasamos la estrategia. Jorge se acerca y me brinda dos pepas raras que me jalo de un solo envío… uffff… se siente y se ve mejor el puto mundo. Alguien comenta de las bajas y crece el rumor de haber perdido más de cuatro. Todos lamentamos la violencia pero gracias a ella podemos vivir, cosas paradójicas pero al fin útiles. Cruzo la puerta que da al comedor y Felipe se acerca, me alcanza con su aliento de humo para decirme tres o cuatro frases poco entendibles, el quemará ha despertado además de los nervios el hambre y la sed y en Felipe las ganas de fumar y fumar. Abro la nevera y sirvo dos vasos de agua helada, le acerco uno a Felipe quien me sigue con su rosario de palabras inteligibles, habla del quemará y me asustan sus ideas. El aire se torna pesado, Jorge acaricia su navaja poniendo su mirada más allá del suelo, veo su rostro sudoroso y los últimos se acercan para hablar con él. No es el mismo de las otras veces, lo sé por su forma de mover las manos mientras las palabras le van saliendo, cuando habla del quemará los ojos se le enconan y las manos no siguen el ritmo de sus pulmones, lo que demuestra una inseguridad antes no vista. Creo que Felipe se ha dado cuenta y me da una palmada en el hombro como queriéndome decir ten calma culicagado. No sé que es más peligroso si la certeza de la muerte o la incertidumbre de sus métodos inesperados. Miro la hora, es la una de la madrugada y el abejorro de voces provenientes de la sala me ponen más nervioso. Muchos comentan que el quemará tendrá una dosis más alta de violencia, que las bajas serán de parte y parte y que su número irá en aumento. Hablo de Mariana conmigo mismo, recorro sus rincones en mi mente y escojo el perfume de su pelo como refugio ante el chubasco de adrenalina que ya empieza a caer torrencialmente sobre todos.

Mariana me ve desde otro lado. Ella es oscura, muy oscura, sobretodo luego del quemará. Suelta su pelo y extiende sus brazos, busco aproximarme, alcanzar la punta de sus dedos pero es lejana su presencia, es lejana su ayuda, son lejanos sus ojos que me miran con dos lágrimas resbalando, con un perfume que se pierde, con un cabello desapareciendo, haciéndose punto impreciso en eso que parece distancia; soy distancia, ella es imposible, el quemará lo ha decidido, no somos más, nadie es más, solo lejanía, solo noche, solo negro, solo eso.

(Imagen de Susana Sil)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

El problema está en la pretención de ser más y quedarnos en ser "sólo eso". Peor aún, no prepararnos para ser "sólo eso"

Anónimo dijo...

el jueves hubiese querido ser, aunque fuera, la Mariana de mi adorado...

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Relevante, que el cuento no sea abierto, y el lector participe, imaginando cosas. Saludos

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