lunes, 14 de febrero de 2005

Madame Morièri

Siempre llevaba en sus bolsillos

Un pedazo de oscuridad errante

Aprendió el arte de atrapar olvidos

En un álbum de fotos no vividas.

Le inspiraban las jaulas de luz

Observadas a diario

Cuando los perros mordían la luna

Y las niñas de pelo largo dialogaban

Con sus sombras.

Hasta entonces las rotas aguas de los ríos

Daban fe del bocado de huesos

Oculto bajo sus faldas.

Sola estaba ella

Cuando decidió sin reparo

Compartir sus cacerías con mi almohada

Y el tren que bostezó un Viernes Santo

Pronto viajó sobre el tejado del pueblo.

Hoy recorrí el frío de su centro

Y alcancé a ver entre sus uñas

Un pedazo del alma que según dicen

Puebla y despuebla mi cuerpo en luna llena.

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