Siempre llevaba en sus bolsillos
Un pedazo de oscuridad errante
Aprendió el arte de atrapar olvidos
En un álbum de fotos no vividas.
Le inspiraban las jaulas de luz
Observadas a diario
Cuando los perros mordían la luna
Y las niñas de pelo largo dialogaban
Con sus sombras.
Hasta entonces las rotas aguas de los ríos
Daban fe del bocado de huesos
Oculto bajo sus faldas.
Sola estaba ella
Cuando decidió sin reparo
Compartir sus cacerías con mi almohada
Y el tren que bostezó un Viernes Santo
Pronto viajó sobre el tejado del pueblo.
Hoy recorrí el frío de su centro
Y alcancé a ver entre sus uñas
Un pedazo del alma que según dicen
Puebla y despuebla mi cuerpo en luna llena.
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