miércoles, 26 de enero de 2005

... de Pistolas y Rosas (Capítulo 12)

Al cabo de dos meses pude volver a mi trabajo de bailarina, durante aquel tiempo, un poco duro económicamente, me vi obligada a recurrir a mis ahorritos que, aunque pocos, fueron como caídos del cielo. Las dosis de formol y de velas aromáticas necesitaron ser dobladas. También las tardes se volvieron pesadas, las nubes más grises que nunca, parecía que todo el departamento era una nevera viviente. No resistía un solo instante las pequeñas corrientes de aire, el frío se cuadruplicaba en las noches, hasta compré una ducha eléctrica por una suma que aún me parece exagerada. La paranoia de sentirme perseguida, sospechosa, por la desaparición de la Nati, fue menoscabando mi equilibrio psicológico a tal punto de atreverme a cancelar la línea telefónica con una llamada a la Empresa de Servicios Públicos solicitando desconexión temporal, aduciendo largas vacaciones fuera de la ciudad. Me enloquecía cuando sonaba el teléfono, imaginaba mil cosas disparatadas y posibles. Vivía en constante zozobra, hasta necesité utilizar calmantes para dormir. Pero a dónde iría yo a parar si continuaba arrastrando de insomnio las noches, o mejor, las tardes que me quedaban para descansar y reponerme del trabajo nocturno.
Oye Nati, hace días que la policía merodea el edificio, hasta he visto señores extraños interrogando en cada apartamento, no demoran en llegar hasta aquí, seguro ya han venido pero no nos han encontrado. Parece que de nuevo hubo otro muerto. Deberían de una vez por todas llevarse a la vieja bruja del 402, ella debe ser la responsable de tanta muerte y tanta sangre, pobrecito, viviendo con tremenda arpía, ella es la asesina. Nunca la he visto, aún así, no me es difícil imaginar su cara homicida, sus largas uñas encorvadas como garfios, su extravagante mueca sanguinaria, sus ojos de cuervo con largos días de ayuno… sus antecedentes penales son prueba irrefutable. ¿Por qué no acudían a ellos? ¿Acaso esperaban a que murieran más inocentes, víctimas de una anciana loca, desquiciada y hasta satánica? Ya no tenía tiempo de visitar al nene, el Bienestar Familiar quedaba muy lejos, y cuando terminaba mi turno en el bar tan solo pensaba en dormir, nada más que dormir. Parece ser cierto, pero estas malditas pastillas ya no sirven para nada, no me hacen efecto alguno, si sigo así voy a terminar en el manicomio, en algún San Camilo.

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Rememorando en despedida

Fuente: Fotos de Facebook Carlos Mantilla y Odilio Blanco fueron compañeros de colegio y, para nuestro dolor e infortunio, víctimas mortales...