miércoles, 19 de enero de 2005

... de Pistolas y Rosas (Capítulo 6)


Pude darme cuenta que ya era tarde. El reloj despertador, aunque tenía averiada su antes útil alarma, marcaba las 11:43. Nunca antes había compartido la cama con alguien si el propósito era amanecer, aún así, extrañé la presencia de la Nati. Presurosa me dirigí al baño. Hice pis. Con la cabeza aún revuelta de indignación por lo que había acontecido en el bar y pensando en la Nati que, muy temprano, debió haber abandonado el apartamento, me desperecé frente al espejo, antes de cepillarme los dientes, no tenía ganas de ducharme por lo que decidí ir hasta la cocina y prepararme un tinto bien cargado. No avancé más de dos pasos cuando un miedo estrepitoso se apoderó de mí al ver dos enormes manchas de sangre filtrándose desde afuera, bajo la puerta de entrada. El miedo era tal que no alcancé a ver el cuerpo bañado en sangre, acuchillado, sobre el mueble gris de la sala. Sólo pude darme cuenta cuando al abrir la puerta necesité volver a cerrarla tras verificar que las manchas no provenían de afuera sino del interior del apartamento, ¡mi apartamento! Con el suelo moviéndose bajo los pies fui acercándome, dudosa, sin saber qué hacer, necesitaba calmarme y pensar antes de cualquier determinación. Era una mujer. Los zapatos dispersos, uno bajo el sofá, el otro lleno de sangre, más allá, junto al comedor que solo quedaba a dos pasos de la sala de estar. Su cara era una masa sanguinolenta difícil de identificar, donde el cabello alborotado cubría desordenadamente el rostro a manera de largos pegotes que, en medio de su color púrpura, daban visos de un color castaño. Me detuve, más que aturdida, cuando percaté llevaba una de mis batas de dormir, la que había prestado a la Nati la noche anterior. Sus manitas colocadas sobre el pecho, con las palmas vueltas hacia delante, daban la triste sensación de un vano intento por defenderse. No necesitaba darle más vueltas al asunto para descubrir que aquel cuerpo era el de la Nati.
Intenté levantar el teléfono y llamar a la policía para denunciar lo sucedido pero las dudas no me dejaron. ¿Qué les diría? ¡Yo era sospechosa principal!

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